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miércoles, 21 de abril de 2021

NIYAR - A paper tale: Un poema visual envuelto en papel de regalo

Lo que vimos el pasado fin de semana en Espacio Abierto Quinta de los Molinos no sabemos aún si era una pieza teatral o una ensoñación. NIYAR - A paper tale, se apareció ante los ojos como un poema tridimensional, un libro deconstruido, una suerte de pop up informe que despega la imaginación usando el papel como material escénico. Todo es levedad y encanto en un primoroso ejercicio de papiroflexia donde los bordes de la realidad se difuminan.

La directora de Espacio Abierto, Beatriz de Torres, no ceja en su empeño de rescatar preciados tesoros y descubrirlos para las familias de Madrid, y ha vuelto a traer a este auditorio a la artista de origen judío Maayan Iungman, formada en Berlín y residente en Burdeos. Profesional de distintas ramas del arte escénico (escenografía, actuación, títeres...), ha ido inclinando su carrera hacia el teatro objetual. Empezó a jugar con el papel, curiosa por explorar sus límites. De esa investigación nacieron unas marionetas sin rostro ni color y la sustancia de una historia abierta, sin palabras, que se hace única en la mirada de cada espectador que la contempla.

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

Maayan Iungman es un hada fabuladora que condensa la belleza y el misterio de las musas griegas. Sus manos son como varitas mágicas que hicieran cosquillas con toques suaves. Se enfrenta a la página en blanco sobre un montículo de hojas arrugadas, nostálgico vertedero de todas las historias que no fueron: tachones, ideas desechadas por la propia autocensura, borrón y cuenta nueva. El papel, tan pobre, contiene paradójicamente la esencia del reciclaje, las infinitas posibilidades de la creación. El hada aún tirará una cuantas bolas hasta encontrar el primer brote del cuento, pero la espera merece la pena. Lo que ella siente -sus anhelos, frustraciones, su ánimo cambiante...- lo irá trasladando afuera mientras se muestra desnuda, toda piel envuelta en un vestido de pliegos sin planchar.

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

En un espacio pequeño de ambiente intimista asistimos al alumbramiento de un personaje que quizá fue lámina, pero ahora, recortado y solo, busca un compañero o compañera de camino... Es exigente y no le vale cualquiera, pero afortunadamente existen los milagros. Como una extensión de Maayan, arropadas por delicadas melodías, figuras inciertas se deslizan gráciles entre un paisaje de capas y sobrecapas por levantar. Sin saber bien cómo, se ha desplegado un mundo de ecos surrealistas que desafía la consistencia de nuestras creencias.

El estatismo de la actriz se compensa con la movilidad del decorado, donde siempre aguarda otra sorpresa: de la mesa de manipulación surge un vergel, una flor que baila (¿o era una seta?); de su cielo descienden nubes, el sol, un corazón (¿o era un huevo?) Y lluvia de confeti, soplidos de talco, leves pases de página con luz intraescénica. Fantasía blanca apenas manchada por el detalle de una flor tintada en vino. Nos queda la curiosidad de ver cómo funcionaría la proyección de colores en tanta superficie clara. 

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

La ilusión pende aquí -literalmente- de un hilo. Como un mago de Oz oculto tras la caja negra, el técnico auxiliar, Philipp Rückriem, facilita los asombros. Al fondo de la sala, una señora musita: "¡Mira!, una lámpara", y oímos a una niña contestarle: "¡No, abuela, son pájaros-luciérnaga!". Una nueva y enternecedora visión del retablo de las maravillas.

En su último trabajo, Boxes, Maayan Iungman sustituye el papel por otro material inusual: las cajas de cartón. Quizá, con suerte, podamos pronto adentrarnos en ellas.

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

NIYAR - A paper tale

Creación e interpretación: Maayan Iungman
Segundo titiritero y técnico: Philipp Rückriem
Diseño de música y sonido: Thomas Moked
Diseño de iluminación: Anna Lienert
Vestuario: Chantal Kirch
Género: Teatro de objetos y marionetas de papel
Lugar: Auditorio del Espacio Abierto Quinta de los Molinos
Duración: 40 minutos
Edad recomendada: A partir de 5 años

martes, 20 de abril de 2021

Ikimilikiliklik (Mi pequeña), de Marie de Jongh: el cuento de una bruja buena que conjuró sus miedos

"La humanidad siempre ha tenido miedo de las mujeres que vuelan.
Ya sea por brujas o por libres"  (Jacub Rozalsky) 

Pronunciemos juntos el conjuro: ¡Ikimilikiliklik! Si se dice bien a la primera, los niños que fuimos vendrán al presente, y los niños que son se quedan para siempre. El último montaje de la reconocida compañía vasca Marie de Jongh, (Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2018), es un cuento engarzado de otros cuentos sobre cómo nos enfrentamos a nuestros miedos y sobre la necesidad del afecto. Inocente y fantástico aquelarre que convoca a niñas, niños, adultos y bichos por el poder de la superación.

Un momento de la obra Ikimilikiliklik, Foto de Pio Ortiz de Pinedo

Vimos Ikimilikiliklik (Mi pequeña) al cierre de Teatralia, en una función que lució esplendorosa en los Teatros de el Canal, en esa Sala Verde tan idónea para contar una historia de brujas. Es la primera vez que Marie de Jongh presenta una propuesta no gestual, lo que supone un importante reto para la actriz principal, Ana Meabe, en su primer papel con texto desde el nacimiento de la compañía -allá por 2008- según nos apuntaba el director, Jokin Oregi, con quien tuvimos ocasión de charlar un rato a la salida. La fundadora de MdJ lo defiende con la templanza que da la madurez y el entusiasmo de quien no ha dejado de jugar en todo este tiempo.

En escena, una mujer acompañada de la niña que fue, lo cual ya descoloca y engancha. Martirio se presenta como la confluencia entre el mar y el río, transmutando el matiz negativo a otro plano de significación. Ya no parece un nombre de bruja. Como una especie de Pandora, deja escapar sus miedos, una confesión de fobias (a la oscuridad, a los accidentes, a los dolores de tripa, de muelas, a la desprotección...) que a cualquiera nos toca. A lo largo de la obra veremos cómo muchos de los miedos que tenemos en la infancia nos acompañan a veces hasta que somos mayores, cómo los superamos, e incluso qué podemos aprender de ellos. Revivirlos, mirarlos de cerca, y así trascenderlos, hasta que la muerte dé risa. Para alcanzar esa catarsis, Martirio se desdobla en dos edades, adulta y niña, trayendo al presente a su yo del pasado, interaccionando ambas a la vez. Privilegios que brinda el teatro.

Un momento de la obra Ikimilikiliklik, Foto de Pio Ortiz de Pinedo

La propuesta entronca con la tradición oral de las leyendas y los cuentacuentos tan propia del norte de España. Recuerdos, cantos y fabulaciones urden y dan sustento a la trama principal. Todo un corpus narrativo calibrado con justas dosis de acción y teatralidad. Se deshilan historias como la de la tía Vicenta, que llegó a enfrentarse con el mar para proteger a su padre pescador; oímos ecos del monstruo del lago; descubrimos lo que ocurrió cuando la pequeña Martirio robó a un vendedor ambulante una pócima quitamiedos; el caso de los bichos prendidos en la punta de la nariz (momento clownesco de lo más cómico), y de cómo una pequeña araña creció y creció hasta convertirse en su mejor amiga. 

Martirio es una mujer poco corriente y acabará señalada por los habitantes del pueblo. Se ha corrido la voz de que es una bruja, e incluso un día la sorprende en su casucha un cazador con intención asesina. La obra trata de desmontar prejuicios, del sinsentido de juzgar a las personas sin conocerlas de verdad, y de cómo muchas veces la forma de derribar esas ideas preconcebidas es sencillamente escuchar sus historias. El beso de un niño romperá la maldición de la soledad y el aislamiento de la presunta bruja y la hará comprender que el amor es el mejor antídoto ante cualquiera de los males que nos acechan.

Un momento de la obra Ikimilikiliklik, Foto de Pio Ortiz de Pinedo

Las tres actrices se entregan valerosas al ritual. Ana Meabe compone un personaje con poso y entraña. Su escoba no vuela, pero no obstante, esta bruja buena se eleva en una irreverente letanía de empoderamiento en la que exhala flatulencias ante las críticas de quienes la rechazan. Amets Ibarra es una Martirio-niña resuelta, atípica, y sin exceso de candor. Maitane Sarralde borda literalmente su araña. Esta bailarina de contemporáneo y virtuosa acróbata ofrece durante toda la obra un trabajo físico sensacional. Afanada en una danza aérea con la que teje su tela en el armazón de la cabaña (trasto fundamental de la escenografía), despliega una estilización de movimientos que impacta y embelesa.

Ikimilikiliklik (Mi pequeña) se alzó en 2020 con el Premio FETEN al mejor espacio escénico. Y efectivamente, la concepción espacial y el lenguaje plástico son dos de sus principales atractivos. Hilos de lana gruesa y estructuras de metal simulan una red gigante en la que se van quedando atrapados los temores. Afinados diseños de iluminación y espacio sonoro dialogan para evocar una atmósfera mágica..., como en la escena del salvamento en el lago, o el singularísimo ruido de las patas de la araña al caminar. Y en fin, un muestrario de elementos alusivos al mundo de la hechicería: humo, tormenta, caldero de pócimas, invocaciones lunares... A todo ello se suma el sugestivo vestuario confeccionado con retales, transparencias, telas superpuestas y prendas abullonadas. En general toda la estética del montaje encaja en su original eclecticismo.

Un momento de la obra Ikimilikiliklik,
Foto de Pio Ortiz de Pinedo

Llegamos al final del cuento y la protagonista se sale en una agradecida apelación a nuestra niña interior. Momentazo cargado de emotividad, de los de agarrarse a la butaca entre lágrimas saltadas. Formidable función, excelentemente conducida, en la que pequeños y mayores se encontrarán disfrutando de lo mismo, como en las verbenas de pueblo. 
Con el lema "teatro de adultos para niños y teatro de niños para adultos" por bandera, Marie de Jongh se ha convertido en una institución en el panorama de la artes escénicas para todos los públicos, y mientras varios de sus multipremiados espectáculos siguen girando (Amour, Izar...), ensayan ya el próximo: AMA, orientado esta vez a espectadores a partir de doce años, donde retoman el trabajo con máscaras. Tiene previsto su estreno el 26 de febrero de 2022 en Barakaldo.

 

IKIMILIKILIKLIK (Mi pequeña)

Producción: Compañía Marie de Jongh
Autoría y dirección: Jokin Oregi
Intérpretes: Ana Meabe, Amets Ibarra y Maitane Sarralde
Diseño de escenografía: Ikerne Giménez
Diseño de vestuario: Rosa Solé
Diseño de atrezo: Javi Tirado
Creación musical: Adrián García de los Ojos
Diseño de iluminación y dirección técnica: Javi Kandela
Diseño gráfico: Ane Pikaza
Próximas Funciones:
28 de mayo en Mostra de Igualada (Barcelona)
5 de junio en Arenas de San Pedro (Ávila)
13 de junio en Soraluze-Placencia de Las Armas (Gipuzkoa)
20 de junio en Burgos
Duración: 50 minutos
Edad recomendada: A partir de 8 años

viernes, 24 de enero de 2020

Taslima, Caperucita roja de Bangladesh: volver a la esencia para contar el cuento

No a todos los niños les cuentan cuentos de hadas. Depende de en qué país, ciudad, o realidad vivan, el cuento cotidiano transcurre menos feliz. Había una vez una niña, conocida como Taslima, Caperucita roja de Bangladesh, alumbrada por Colectivo Ópalo, que por discreta, humilde y pequeñita podía pasar desapercibida en la cartelera... Después de hacer temporada en el Teatro Lagrada, el verano pasado fue finalista del Certamen Barroco Infantil del Festival de Almagro, ganó del II Certamen Nacional de Artes Escénicas de los Teatros Luchana, y este enero ha recalado en el renovado Galileo. Se trata de una obra formalmente muy sencilla, pero fuera de lo común, que invita a un viaje iniciático con Caperucita como pretexto para contar una historia mucho más original, con un trasfondo de denuncia social y desde un universo poético personalísimo.

Un momento de Taslima, Caperucita roja de Bangladesh
Taslima es una niña costurera, cose día y noche, noche y día, hasta que un día se queda enredada en el hilo rojo del forro polar que tejen sus manos. Y enredada y más enredada..., se golpea contra la puerta de la fábrica, ¡y la puerta se abre! Taslima respira y ve el bosque ante sus pies. ¿A dónde ir? Entre tanto trabajo, Taslima ha olvidado todos los caminos, pero lo que sí recuerda es que nunca ha visto el mar... ¡y su abuelita vive al lado del mar! Una respiración muy honda, dos, tres..., ¡ahora sus pies vuelan! Taslima deja atrás la fábrica -donde el lobo feroz es el jefe explotador- y se sumerge en el bosque para llegar hasta la casa de su abuelita, caminando hacia el mar, bosque a través...

Este curioso argumento augura una ceremonia plagada de sugerencias en la que nos guían con  delicada entrega Flavia Turci y María Cantero, formadas en teatro físico y danza contemporánea, miembros del Colectivo Ópalo. La agrupación nació en 2015 como iniciativa profesional para reunir a distintos artistas provenientes del teatro, las artes plásticas, la danza o el circo, con la técnica de crear de manera colectiva y artesanal tanto el texto, como la escenografía o los títeres. Nos cuentan las actrices que a través de la investigación fueron enrolándose en el trabajo objetual y la animación de la materia hasta concebir esta revisión de Caperucita, tejida con mimbres rudimentarios en un intento por dejar traslucir la belleza que reside en materiales pobres y esenciales.

Y efectivamente, lo primero que llama la atención es el esquematismo de la pieza, con decorados de cartón y tela, y un personaje central apenas figurado en tres trazos de alambre y papel, portado con gracilidad de movimientos, dulce voz y tierna afección por María Cantero, cuya mímesis con la muñeca no deja de asombrarnos, ¡cómo logra que la veamos tan linda...!

Un momento de Taslima, Caperucita roja de Bangladesh

El texto, plagado de imágenes poéticas, interpela constantemente al público, llevándole a evocar y componer mentalmente los matices de una historia en la que los pequeños espectadores participan con frescura, obligando a las actrices a una escucha activa y al reto de la improvisación, como en el sendero de recuerdos que los niños van construyendo al compartirlos de viva voz, y que ilumina la andadura de Caperucita... En su huida de la fábrica de trabajos forzosos, la protagonista debe atravesar un bosque lleno de incertidumbres para vencer sus miedos, y se va encontrando con compañeros de viaje de lo más variopinto, como la abuelita Garbanza (hallazgo genial), luciérnagas mensajeras, una flor que se deshoja, o los habitantes del Pueblo de Nadas, donde cada cual sólo hace lo que le corresponde hacer, sin salirse de lo previsto. Pero Caperucita conseguirá que un boxeador con guantes de plastilina, convencido de que sólo sabe luchar y golpear, acabe aprendiendo a bailar.


Un momento de Taslima, Caperucita roja de Bangladesh

En el bosque el río baila coloreado con los tintes de la fábrica, 
se oye el ruido de los tigres de Bengala, 
hay caminos sembrados de luciérnagas, 
sombras que hablan, 
campos abiertos donde las nubes cobran formas extraordinarias

Toda la acción está impregnada de una estilización gestual armonizada más allá de lo coreográfico, encantamiento al que suma la música original compuesta por Diego Torres y Yerik Nuñez, que envuelve la historia de un tono intimista y mágico.
Hay mucho sentido artístico, un gran empeño en el trabajo con sombras, y un concepto de esencialidad en la narración oral y en la puesta en escena que supera la rusticidad de los elementos que se utilizan. Sin duda una Caperucita excepcional que merece continuar su viaje en otras salas, de la mano de muchos niños.

Taslima, Caperucita roja de Bangladesh

Producción: Colectivo Ópalo
Creación: María Cantero y Flavia Turci
Reparto: María Cantero y Flavia Turci
Lugar: Teatro Galileo
c/ Galileo, 39, Madrid
Funciones:
25 y 26 de enero a las 16:30 h.
Duración: 65 minutos
Edad recomendada: De 3 a 12 años

jueves, 15 de diciembre de 2016

A la Luna o cineatro para toda la familia, la apuesta navideña del Pavón-Kamikaze

El Pavón Teatro Kamikaze apuesta estas Navidades por un novedoso espectáculo, inusual dentro del género que se suele programar para público familiar: A la luna, o lo que podría considerarse cineatro, teatro combinado con dibujos animados que se proyectan sobre una pantalla practicable, con los que interactúa con precisión portentosa una única actriz (Esther Díaz de Mera), creando volúmenes y planos distintos que generan múltiples espacios y situaciones, apoyados por una ingeniosa iluminación. Una original propuesta que tiene todos los alicientes para convertirse en la obra infantil imprescindible para ver en Madrid estas Fiestas.

Un momento de A la Luna

La compañía Voilà Producciones aterriza en el Pavón Teatro Kamikaze por todo lo alto -y viene a cuento la expresión-, porque nos invita a viajar A la luna, presentando una obra infantil que explora la simbiosis entre el lenguaje teatral y el audiovisual, de manera que una simple pantalla y una actriz bastan para trasladar al espectador a diferentes mundos. 

La fábula

En el contexto de los años 60, una niña (Tara) pasa los veranos en la granja, fascinada por las estrellas y soñando con ser astronauta, con el apoyo cómplice de su abuelo. Pero la desaparición de éste la lleva a enrolarse en una misión esp(e/a)cial: salvar el destino de la luna, para lo que tendrá que entrenar a una particular bandada de gansos con los que emprenderá el vuelo.
Una entrañable historia que ofrece distintos niveles de lectura según la edad del espectador, y acaba descubriendo una esperanzadora tesis: no hay nada imposible si de verdad crees en ello.

Se aborda con valentía el tema de la pérdida, el duelo de una niña que se aferra a su imaginación para afrontar la verdad que sólo llegará a entender cuando crezca un poco más.
Llama la atención la perspectiva científica del cuento, los detallados y divertidos apuntes sobre el espacio exterior, las constelaciones, la luna como satélite y el afán del hombre por alcanzarla, la contabilidad del tiempo...


Un momento de A la Luna

El colorista y vibrante diseño de los dibujos animados, unido a la perfecta integración de la actriz con las imágenes, y a un guión excelentemente articulado obran la magia: las escenas cobran vida, y ante los ojos asombrados de pequeños y mayores se sucede un fantástico relato en el que cualquier cosa es posible. Uno de los aspectos más conseguidos es la impresión de desplazamiento, especialmente en los momentos de viaje, en los que el efecto sorprende de tal modo que la escena parece atraparnos en su movimiento.

Silencio en la sala

Es difícil asistir a una obra infantil donde los más pequeños se mantengan en silencio. Esto ocurre aquí por varios motivos: principalmente, porque la historia es tan singular que engancha, porque el despliegue visual resulta impactante, y porque el público entra en un código cercano al cine, con oscuridad total en el patio de butacas, de manera que la acción se desarrolla sin que se les pida participación activa a los niños (tan habitual en otros montajes), prevaleciendo el sonido y la luz de las proyecciones por encima de comentarios, toses, y posibles ruidos.


Un momento de A la Luna
Los artistas

Detrás del proyecto, Cynthia Miranda, formada en la École International Jacques Lecoq de París y en la RESAD, que sorprendió el año pasado con esta propuesta de proyecto final de carrera de Dirección. Y el ilustrador, Daniel García, comunicador audiovisual, guionista de programas infantiles, y experto en videoarte.

El trasfondo

Según sus creadores, A la luna nació de la necesidad de hablar del mundo adulto a través de la mirada de los niños. El padre de Tara tiene un oficio que a ella le parece genial: fabrica cajas, de todas las formas y tamaños. En ellas la niña guarda las cosquillas que le hace el abuelo, los besos de buenas noches, y los secretos. Sin embargo, el padre dedica la mayor parte de su tiempo a contarlas y evaluar su rentabilidad. La historia invita a reflexionar sobre cómo nos relacionamos con los niños, poniendo de relieve en este caso las diferencias de actitud entre el padre (basada en la rigidez y el autoritarismo) y el abuelo (guiada por la ternura, el cariño y la fabulación). Tara se lamenta de lo difícil que es que los mayores tomen a los niños en serio..., y acabará llevando sus creencias hasta el límite que le imponen los adultos.

Un momento de A la Luna
Recorrido

Después de más de cien representaciones por toda la geografía española, en sólo un año los gansos de Tara ya han viajado a lugares como el festival Off de Avignon, Buenos Aires o París, donde se exhibe actualmente en la Grande Comedie. Mientras se prepara para volar a China el año que viene, A la luna tiene el honor -y la responsabilidad- de ser el primer espectáculo familiar que desembarca en el Pavón Teatro Kamikaze.

Un formato que aúna tradición y tecnología para contar una historia inconformista y conmovedora, que pone en valor la libertad, el poder de la imaginación, y los vínculos familiares. No daremos más pistas sobre esta aventura, para no desvelar las sorpresas..., ¡hay que apuntarse al viaje!

Cartel de A la luna

A LA LUNA
De Cynthia Miranda y Daniel García (Voilá Producciones)

Pavón Teatro Kamikaze

Dirección: Cynthia Miranda
Animación, vídeos y mapping: Daniel García
Música original: Óscar Botello
Intérpretes: Esther Díaz de Mera, Juan Pedro Schwartz (voz) y Víctor Manuel Coso (voz)

Duración: 50 minutos
Edad recomendada: A partir de 4 años
Funciones: 17, 18, 26, 27, 28, 29 y 30 de diciembre de 2016
                   2, 3, 4, 7 y 8 de enero de 2017
Horario: 12:00 h.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Yo soy La Locura, delicioso cuento con títeres y música antigua de la compañía Claroscuro

Yo soy La Locura es un hermoso espectáculo de títeres, máscaras, y música antigua, creado por la compañía de teatro hispano-canadiense Claroscuro, que podrá admirarse el domingo 11 de diciembre en la Sala Verde de los Teatros del Canal dentro del programa 'Suite Iberoamérica'.
Los Teatros del Canal ofrecen una jornada de puertas abiertas para todo el público, con propuestas de música, danza, circo o teatro para celebrar el arte y la creatividad del otro lado del Atlántico, entre las que destaca este delicioso cuento, que mantiene una estética de teatro negro inspirada en la luz de las velas, e integra música española y americana del Siglo de Oro. 
El espectáculo obtuvo una mención especial del jurado en el Certamen internacional de barroco infantil del Festival de teatro clásico de Almagro en 2012, "por la recuperación del patrimonio musical barroco, el rigor expresivo y la delicadeza poética de sus imágenes", y ha sido candidato a la mejor Ópera para jóvenes audiencias en 2015. Se realizarán dos pases de entrada gratuita, uno a las 13:35 h., y otro a las 16:15 h.

Un momento de la representación de Yo soy La Locura


Yo soy La Locura es un viaje mestizo de ida y vuelta, un cuento para niños y adultos, una reflexión sutil que utiliza la capacidad del espectador para emocionarse ayudado por la magia de los títeres, que se convierten en materia viva durante casi una hora para contarnos una historia de amor, entrega, aventuras y sacrificio. El público podrá escuchar las músicas españolas de nuestro Siglo de Oro interpretadas con criterios e instrumentos de la época, y revividas con su sabor folclórico y cortesano, desde la ternura hasta la crudeza, desde el llanto hasta la alegría desbordada, dejándonos mecer por la bruma del tiempo.

La historia


La Locura, un ser mitológico que mueve las pasiones de los humanos, aparece en escena para contarnos la historia de amor -sobre un fondo bélico- entre Manuel, titiritero español que acompañó a Hernán Cortés en la conquista de América, y Zyanya, una joven mujer azteca, basada en un hecho real.
Francisco de Paula, uno de los creadores de la función, subraya que los españoles somos mestizos; que la cultura española, nuestra manera de sentir, de ser y de vivir jamás volvió a ser la misma después de mezclarse con la americana.

Un momento de la representación de Yo soy La Locura


Repertorio de la obra


1. Henri du Bailly (-1637)
Yo soy la locura
2. Anónimo (Texto de Lope de Vega)
Lamento de Belisa
3. José Marín (1618-1699)
Ojos pues me desdeñáis
4. Anónimo - Jaime Baltasar Martínez de Compañón (1737-1797)
Cachua a voz y bajo al nacimiento de Christo Nuestro Señor
5. Anónimo Quechua - Juan Pérez de Bocanegra (1598 - 1631)
Hanacpachap cussicuinin
6. Gaspar Sanz (1640-1710)
Caballería de Nápoles
7. Luis de Milán (ca.1500-ca.1561)
Pavana
8. Gaspar Sanz (1640-1710)
Dos trompetas de la Reyna de Suecia
9. Gaspar Sanz (1640-1710)
Lantururú
10. Juan Hidalgo (1614-1685)
(Texto de Agustín de Salazar y Torres)
¡Ay, que me río de Amor!
11. Martin y Coll (1680-1734)
Diferencias sobre La Folía
12. Anónimo
No hay que decirle el primor
13. Anónimo (Texto de Calderón de la Barca).
Quiero y no saben que quiero
14. Anónimo -Jaime Baltasar Martínez de Compañón (1737-1797)
Cachua Serranita
15. José Marín (1618-1699)
Qué dulcemente suena
16. Santiago de Murcia (1673-1739)
Preludio
17. Henri du Bailly (-1637)
Yo soy la locura

Todas estas obras aparecen en la función interpretadas con instrumentos de época: viola da gamba, guitarra barroca, tiorba y charango, flautas renacentistas, corneto, quena, percusión y la delicada voz de la soprano Verónica Plata. La peculiaridad es que aquí la música no acompaña a la obra de teatro, como suele ser habitual, sino que las propias letras de las canciones van contando la historia. Algunos de los textos principales pertenecen a Lope de VegaCalderón de la Barca.

Los músicos acompañan la acción de Yo soy La Locura

La vivencia


Infinita fortuna tendrán aquellos que logren deleitar sus sentidos con Yo soy La Locura. Homenaje a los titiriteros; historia bella, triste, nostálgica, contada con lirismo y delicadeza... Retablo de ceremonias plagado de detalles; qué mimo y cuidado al tratar a las marionetas, qué estampas de bodegón. Riguroso trabajo documental presentado con total naturalidad por siete profesionales increíbles, músicos y actores, que nos llevan a recuperar la capacidad de asombro. Qué dulcemente suena..., ¡ay, que me río de Amor! Claroscuro nos descubre en esta función la magia del meta-títere.


YO SOY LA LOCVRA (Cuento musical)
Compañía Claroscuro

Teatros del Canal (Sala Verde) Programa 'Suite Iberoamérica'
Domingo 11 de diciembre de 2016

Horarios: Dos pases, a las 13:35 y a las 16:15 h.
Edad recomendada: Espectáculo familiar. A partir de 8 años.
Duración: 55 minutos.

*Entrada gratuita (se podrán recoger una hora y media antes en la puerta de la sala)

Equipo artístico:

Guión: Julie Vachon con la ayuda de Francisco de Paula Sánchez y Mathieu Leroux
Dirección: Francisco de Paula Sánchez y Julie Vachon
Títeres: Julie Vachon y Francisco de Paula Sánchez
Música: Verónica Plata (soprano), Miguel Ángel Jiménez (guitarra barroca, tiorba y charango), Calia Álvarez/Aurora Martínez Piqué (viola de gamba), Luis Vives (percusión), Fernando Pérez Valera (flautas dulces y cornetas).

miércoles, 14 de septiembre de 2016

"Flox", deliciosa última función internacional del Festival Titirilandia en el Retiro

No habrá más representaciones en 2016 en el teatro de títeres del parque madrileño

Después de 24 años de programación, el Teatro de Títeres de El Retiro baja el telón. Según denuncia en este comunicado la Asociación cultural Titirilandia, que se ocupaba hasta el momento de su gestión, el Área de Cultura y Deportes del Ayuntamiento de Madrid ha decidido dejarlo sin programación temporalmente por mejoras y acondicionamiento del espacio. Confiemos en que efectivamente este cierre sea puntual, y en que muy pronto se restablezca la tradicional cita con los títeres en el Retiro los fines de semana.

Vista general del Teatro de títeres del Retiro

“Flox, la caja y las nubes”: una invitación a recuperar la capacidad de asombro

El último sábado de agosto, fuimos de los pocos afortunados que llenábamos la grada del teatro de títeres del Retiro para asistir a la propuesta de una compañía griega con nombre de hechizo mágico: Firdin Migdin. Era Flox, la caja y las nubes, la historia de una niña que soñaba despierta que volaba y bailaba, la última de las producciones internacionales escogidas en el Festival Titirilandia que se ha celebrado este verano.

Aunque el teatro del Retiro suele contar con un público regular que se agolpa desde media hora antes de que comience el espectáculo para coger sitio, supongo que la mayoría de las familias que estábamos allí la tarde del 27 ignorábamos la delicia que íbamos a tener el placer de contemplar. Ése es el riesgo y a la vez la maravilla de los espectáculos 'de calle', con los que es habitual que uno se tope por casualidad, sin haberse guiado por publicidad ni reclamos previos; sin pagar una entrada.

En este caso, dos jóvenes titiriteras camufladas de negro comenzaban dirigiéndose al público para compartir su rito pre-escénico, una especie de masaje colectivo, y solicitar un soplido inmenso que despertara a la protagonista del cuento, Flox, bella durmiente dentro de una sombrerera. Los buenos augurios cristalizaron en un hermoso cuento visual, conducido sólo por la acción directa y la música, capaz de encandilar a pequeños y mayores.

Madre e hijo atentos a la representación

Sin texto alguno, utilizando materiales sencillos y orgánicos (madera, cartón, tela, plumas…), recursos escénicos mínimos (melodías evocadoras de la cultura popular griega, tres trastos convertibles sobre una mesa negra, un par de focos), y buenas dosis de mimo y delicadeza, Firdin Migdin logra una preciosa función llena de magia.

Al poquito de empezar, de pronto, la muñeca, de tanto bailar -como una humilde Cenicienta-, perdió un zapato. ¡Son cosas que les pasan a los títeres!; también las niñas cojas sueñan, imaginan, y bailan… Así que el show prosigue.

Y Flox se entretiene con el vuelo de una mariposa en un pueblo pintado de edificios sinuosos, o con los fantásticos muebles de su habitación (un armario que esconde un barco velero que navega sobre las olas, una cama que eleva el vuelo sobre las nubes, una cómoda de la que surgen cantarinas flores…)

Detalle de la función de "Flox, la caja y las nubes"

De repente, en el momento álgido de diversión, de la nada aparece una mano gigante con un índice inquisidor y mandón, que nos lleva a reflexionar sobre la forma autoritaria e implacable con la que a veces tratamos a los niños… Pero Flox acaba columpiándose sobre ella. También surge una gran bola marrón, carga de responsabilidad a la espalda de la niña, que ella acaba transformando en un globo en el que volar.

El juego con los símbolos siempre invita a la apertura de posibilidades y despierta la capacidad de fantasear…, de manera que la historia admite múltiples interpretaciones según cada mirada. Ciertamente, la obrita funcionará mejor en un espacio cerrado, pequeño, con el aforo controlado, las luces dirigiendo la atención…, pero aun así, se obró el asombro.

La principal satisfacción, el entusiasmo de nuestro hijo, que atendía a todo cuanto sucedía en el escenario, bailaba alegre con la muñeca, le gritaba desde su sitio, aplaudió con ganas cuando acabó, y tuvo ocasión incluso de tocarla y despedirse de ella.

Un niño se despide de Flox

Tras el aplauso final, avalancha de felicitaciones para Zoi Vlassi y Natassa Tapaki, las componentes del grupo Firdin Migdin, por la belleza de la fábula, y por la exhibición de técnica, precisión, y coordinación con un títere de varillas tan articulado. Ambas son licenciadas en teatro por la Universidad de Tesalónica, y han estudiado en la RESAD. Trabajan juntas desde 2004, buscando formas de narración teatral y poesía a través de la imagen, los objetos, la música y el movimiento. Actúan para niños y adultos en teatros, escuelas, museos, calles y plazas. Han participado en varios festivales internacionales de títeres en Grecia y el extranjero. De sus viajes vuelven con las maletas llenas de colores, sonidos, amigos, ideas y ganas de continuar volando con sus títeres.
¡Habrá que estar muy atentos si vuelven a estar programados en Madrid!

“Flox, la caja y las nubes”
Compañía: Firdin Migdin
Duración: 50 minutos aprox.
Edad recomendada del público: Espectáculo familiar. Los niños a partir de 2 años lo disfrutarán.