Pronunciemos juntos el conjuro: ¡Ikimilikiliklik! Si se dice bien a la primera, los niños que fuimos vendrán al presente, y los niños que son se quedan para siempre. El último montaje de la reconocida compañía vasca Marie de Jongh, (Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2018), es un cuento engarzado de otros cuentos sobre cómo nos enfrentamos a nuestros miedos y sobre la necesidad del afecto. Inocente y fantástico aquelarre que convoca a niñas, niños, adultos y bichos por el poder de la superación.
Un momento de la obra Ikimilikiliklik, Foto de Pio Ortiz de Pinedo |
Vimos Ikimilikiliklik (Mi pequeña) al cierre de Teatralia, en una función que lució esplendorosa en los Teatros de el Canal, en esa Sala Verde tan idónea para contar una historia de brujas. Es la primera vez que Marie de Jongh presenta una propuesta no gestual, lo que supone un importante reto para la actriz principal, Ana Meabe, en su primer papel con texto desde el nacimiento de la compañía -allá por 2008- según nos apuntaba el director, Jokin Oregi, con quien tuvimos ocasión de charlar un rato a la salida. La fundadora de MdJ lo defiende con la templanza que da la madurez y el entusiasmo de quien no ha dejado de jugar en todo este tiempo.
En escena, una mujer acompañada de la niña que fue, lo cual ya descoloca y engancha. Martirio se presenta como la confluencia entre el mar y el río, transmutando el matiz negativo a otro plano de significación. Ya no parece un nombre de bruja. Como una especie de Pandora, deja escapar sus miedos, una confesión de fobias (a la oscuridad, a los accidentes, a los dolores de tripa, de muelas, a la desprotección...) que a cualquiera nos toca. A lo largo de la obra veremos cómo muchos de los miedos que tenemos en la infancia nos acompañan a veces hasta que somos mayores, cómo los superamos, e incluso qué podemos aprender de ellos. Revivirlos, mirarlos de cerca, y así trascenderlos, hasta que la muerte dé risa. Para alcanzar esa catarsis, Martirio se desdobla en dos edades, adulta y niña, trayendo al presente a su yo del pasado, interaccionando ambas a la vez. Privilegios que brinda el teatro.
Un momento de la obra Ikimilikiliklik, Foto de Pio Ortiz de Pinedo |
Martirio es una mujer poco corriente y acabará señalada por los habitantes del pueblo. Se ha corrido la voz de que es una bruja, e incluso un día la sorprende en su casucha un cazador con intención asesina. La obra trata de desmontar prejuicios, del sinsentido de juzgar a las personas sin conocerlas de verdad, y de cómo muchas veces la forma de derribar esas ideas preconcebidas es sencillamente escuchar sus historias. El beso de un niño romperá la maldición de la soledad y el aislamiento de la presunta bruja y la hará comprender que el amor es el mejor antídoto ante cualquiera de los males que nos acechan.
Un momento de la obra Ikimilikiliklik, Foto de Pio Ortiz de Pinedo |
IKIMILIKILIKLIK (Mi pequeña) |
Producción: Compañía Marie de Jongh |
Autoría y dirección: Jokin Oregi |
Intérpretes: Ana Meabe, Amets Ibarra y Maitane Sarralde |
Diseño de escenografía: Ikerne Giménez |
Diseño de vestuario: Rosa Solé |
Diseño de atrezo: Javi Tirado |
Creación musical: Adrián García de los Ojos |
Diseño de iluminación y dirección técnica: Javi Kandela |
Diseño gráfico: Ane Pikaza |
Próximas Funciones: 28 de mayo en Mostra de Igualada (Barcelona) 5 de junio en Arenas de San Pedro (Ávila) 13 de junio en Soraluze-Placencia de Las Armas (Gipuzkoa) 20 de junio en Burgos |
Duración: 50 minutos |
Edad recomendada: A partir de 8 años |
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