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viernes, 5 de mayo de 2023

Las Cotton de Anita Maravillas: los títeres arman la revolución

No se había visto aún en Madrid capital el último montaje del colectivo Anita Maravillas, Las Cotton, una coproducción con Portal 71 que, en sintonía con otras históricas compañías vascas de tradición comunitaria (Marie de Jong, Gorakada, Teatro Paraíso...), apuesta por el compromiso social con una trabajadísima pieza sobre la lucha obrera feminista que interpela a todos los públicos.
Premio al mejor espectáculo de títeres en la trigésima edición de FETEN y finalista a los Max en 2022, Las Cotton ha recalado en Espacio Abierto, el acogedor foro familiar de la Quinta de los Molinos que destila exquisiteces teatrales temporada tras temporada.
Próximamente hará otro alto en su gira para visitar el Centro del Títere de Alcorcón, donde se presentará a escolares. La obra es ideal para este tipo de campañas por las interesantes cuestiones que plantea, propicias para el debate y la reflexión colectiva. Se trata de un drama sin edulcorar, con momentos que estremecen incluso a los más duros, y de una singular belleza.

Un momento de Las Cotton. Fotografía de MarcosGpunto

Mujeres en primer plano


Una familia compuesta por una madre y sus dos hijas pequeñas, afectada por diversos peligros, decide migrar de su entorno rural al urbano a la búsqueda de mejor vida en plena época de expansión industrial. La pequeña Ari halla en cualquier parte ocasión para enredar; la mayor, June, tendrá que asumir responsabilidades desacordes con su edad cuando la madre consigue un puesto de trabajo en una fábrica textil. No hay presencia masculina; podríamos imaginar a un padre huido o llamado a filas, o quién sabe si alguna vez hubo padre. Desde las primeras escenas la propuesta nos sumerge en una historia de personajes femeninos cuya hondura psicológica epata tratándose de marionetas y máscaras neutras, en un recorrido que va de lo íntimo a lo político atravesando lo social.

En la génesis del proyecto, el afán de Miren Larrea por sacar a la luz valerosas historias de mujeres -ocultas por el tiempo y el relato imperante-, como la de las cigarreras de Bilbao a principios del siglo XX, que un día secuestraron a su patrón para conseguir que les concediera los derechos que ellas reclamaban, o las conserveras de pescado de Ondarroa, que aprovechaban los breves descansos para cuidar a sus hijos, o se las apañaban para trabajar con las criaturas alrededor. Las Cotton recoge el testigo de estas vivencias del mundo adulto y las acerca a los niños a través de un imaginario de cuento desde el que entender la realidad.

A pesar de la aparente sencillez del formato, tejido con elementos artesanales y solo dos intérpretes en escena multiplicando energías, la propuesta trasluce infinidad de capas de trabajo, lo que favorece diferentes lecturas. Los niños son cómplices de las dos hermanas, viven la aventura del traslado, la curiosidad por descubrir su nuevo entorno... Los adultos empatizan con la madre, una luchadora por la supervivencia familiar que sufre la precariedad laboral y acaba rebelándose contra la injusticia. Qué sensiblemente se muestra la doble faceta de las mujeres como obreras y cuidadoras, y las dificultades de la conciliación cuando además no hay ningún otro adulto cerca. La historia puede resultar amarga a los ojos de los mayores, pero es una entretenida peripecia para los niños.

Maren Basterretxea y Miren Larrea en un momento de Las Cotton.
Fotografía de MarcosGpunto

Títeres que respiran


Miren Larrea firma un guion depurado que no necesita texto; la artista plástica chilena Valentina Raposo es la responsable de la construcción de títeres y toda la parte estética, que se sirve de materiales naturales (lana, lino, algodón...) y apuesta por el trabajo manual.
Ambas ejecutan una secuencia de narrativa cinematográfica coreografiada con precisión milimétrica en distintos planos y escalas. Buen ejemplo de ello es el viaje en carreta, casi una road movie titiritera trepidante de acción. E incluso en las escenas que son puro divertimento -como cuando las niñas juegan con las telas o con la colocación de los objetos- no paran de ocurrir cosas.

Pero lo más sobresaliente es cómo las intérpretes clavan la animación, logrando que las emociones de los personajes traspasen plenas de matices. Impacta el momento en que la pequeña se mece en el columpio y parece volar tensionando sus músculos, o la realista agitación de la madre al proteger a sus hijas de las fieras nocturnas; perturbadora también la escena del accidente en la fábrica que interrumpe la cadena de trabajo de las operarias.


Maren Basterretxea y Miren Larrea en un momento de Las Cotton.
Fotografía de MarcosGpunto

Entre cantos, hilos y maderas


La música original de Fran Lasuen cobra muchísimo peso ya que apenas hay palabras y onomatopeyas en la dramaturgia. Así, las letras de las canciones -escritas por la versolari (poeta) Miren Amuriza- están cargadas de sentido. Se inspira en dos temas populares vascos, Las penas del lino, que las mujeres medievales coreaban cuando salían al campo para trabajar todas a un mismo ritmo, y la canción de La huelga, que narra cómo los herreros -aquí las tejedoras- se enfrentaron a sus patrones a principios del siglo XIX.
El jefe explotador tiene una larga escena musical de presentación, y cada una de sus apariciones son como pesadillas que asustan de verdad. Resultaría más cómico si la caricatura del tipo no fuera tan real.
Un afinado diseño de luces a cargo de Ion Chávez acompaña a este universo sonoro. Y en suma: todo un despliegue de recursos escénicos que acota la atención y admira por lo bien armado que está: transiciones ágiles, cambios de ubicación, divagaciones poéticas..., resueltas con un dinamismo y limpieza propios de engranaje. Bravo por la labor de dirección de Iván Alonso.

Maren Basterretxea y Miren Larrea en un momento de Las Cotton.
Fotografía de MarcosGpunto

El glorioso alzamiento feminista final remite a secuencias de otros títulos en los que hemos visto sindicarse a colectivos de mujeres, como la combativa película Sufragistas, o el musical Ladies Football Club de Sergio Peris-Mencheta. Porque la unión hace la fuerza, y aún queda mucho que luchar para dignificar el trabajo de las mujeres y lograr la igualdad de condiciones. También hay que contárselo a los chavales, y qué bien contado.
Muchas más maravillas esperamos de esta compañía a la que no hay que perder de vista. Ya está en el horno su próximo espectáculo, Andereño (La Maestra), una delicada fábula sobre la libertad y la pasión por enseñar que se entrenará en octubre en el Zornotza Aretoa de Amorebieta (Vizcaya).

Maren Basterretxea y Miren Larrea en un momento de Las Cotton.
Fotografía de MarcosGpunto

LAS COTTON

Producción: Anita Maravillas y Portal 71
Idea original: Miren Larrea
Dirección: Iván Alonso
Intérpretes: Miren Larrea, Valentina Raposo y Maren Basterretxea
Música original y versiones: Fran Lasuen
Letra canciones: Miren Amuriza
Diseño de iluminación: Ion Chávez
Escenografía: Iñaki Ziarrusta (Atx Teatroa)
Diseño de vestuario: Betitxe Saitua
Construcción de títeres: Valentina Raposo
Próximas Funciones: 8 y 9 de Mayo de 2023 a las 10 h. (Campaña escolar)
Lugar: Centro del Títere
Duración: 50 minutos
Edad recomendada: A partir de 6 años

martes, 8 de noviembre de 2022

Davel Puente, malabarista de emociones en Le Fumiste

No puedo evitar mi debilidad por los espectáculos de pequeño formato descolgados del circuito comercial en los que con pocos recursos, una idea buena y mucha creatividad, algunos artistas tocados por el duende logran enternecer hasta el rubor, conmover hasta las lágrimas, confraternar hasta la risa. Por ese mapa emocional nos lleva de la mano Davel Puente (actor madrileño afincado en Francia) con su compañía Don Davel. Curtido en teatro de calle y plazas circenses, le basta un minuto para atrapar la atención y meterse a la audiencia -literalmente- en el bote.

Es lo que ocurre en Le Fumiste, una obra que mezcla circomagianarración oral teatro de objetos para hablar de cómo se construye la propia identidad a partir de los recuerdos. Lleva más de cinco años girando por escenarios de medio mundo y acumula un largo historial de éxitos y premios. Esta vez ha hecho parada en el auditorio de Espacio Abierto Quinta de los Molinos, integrada en el VI Festival Pendientes de un Hilo. La veterana compañía titiritera La Tartana, promotora del evento, convoca a profesionales nacionales y extranjeros que despliegan su arte con títeres y objetos por distintos espacios de Madrid. Esta edición ha contado con siete espectáculos para público familiar, además de encuentros, talleres o instalaciones. Ponemos el foco en Le Fumiste, una creación original de la compañía Don Davel que nos ha dejado enfrascados. 

Un momento de Le Fumiste. Fotografía de Lux Nieve

Davel Puente se inspira para esta función en un potente motivo: los recuerdos son de humo y no se pueden apresar. Para vencer lo efímero de la memoria y que sus recuerdos no se desvanezcan intenta conservarlos en botellas de cristal "porque el cristal, igual que el humo, se hace con fuego". La metáfora es sublime y a partir de ella nos adentramos en un mundo surrealista donde botes de diferentes tamaños y texturas se van transformando en una multitud de personajes-contenedores de historias pasadas. Nuestro anfitrión, solo en escena, acaba acompañadísimo por esos frascos animados que exhiben voluntad propia e ingenio hasta para bromearle. Los vemos de forma cristalina gracias al poder evocador de las palabras y a la destreza de su acción. El público abraza la peripecia sabiéndose depositario de íntimas confesiones en un ambiente mágico que lleva a conectar con los secretos propios. Así, desfilan recuerdos que se encienden, pasados que se esfuman, búsquedas iluminadas... Todos protagonizamos el frágil equilibrio de las primeras veces (subir una montaña, la primera carta de amor, el primer beso, o ese vestigio incómodo al que no se quiere volver pero que nos persigue), todos erramos en el ensayo de la vida, pero vale la pena agacharse mil veces a recoger la pelota de malabares que se cae para poder dominar el juego.

Un momento de Le Fumiste. Fotografía de Lucia Vinaschi


"Los abuelos tienen sobre todo pasado; los niños son futuro"

Con un empaque de cuento autoficcional en el que todo lo que relata parece verídico, Davel Puente hila números de circo (magistral el de la manipulación de sombreros) e ilusionismo con la comedia más payasa y momentos de primorosa poesía visual. Una de las escenas más afinadas y emotivas es la del encuentro entre sus abuelos en un tren, y cómo pasaron juntos las estaciones hasta el final de sus vidas.

Los abuelos tienen un papel crucial en esta función que les rinde homenaje. Los primeros recuerdos del creador parten de ellos y son las raíces de la obra. Cuando su abuelo (que fue gerente del Circo Price durante 30 años) le llevó a verlo por primera vez, la experiencia provocó en él tal fascinación que decidió que de mayor querría dedicarse a eso: ¡ser un payaso! De ahí la vocación por cuidar y preservar los recuerdos que nos hacen ser quienes somos hoy. El mensaje trasluce del modo más divertido, con un actor entregado a remover en el mismo tarro las risas de los niños y los mayores.

Un momento de Le Fumiste. Fotografía de Lux Nieve

El teatro de objetos y de marionetas atraviesa un momento de auge y explosión creativa. Cada vez más compañías investigan sobre esta disciplina y lo incorporan a sus propuestas, a la vez que aumenta el interés de los programadores, auspiciado por el buen funcionamiento entre el público. El lenguaje con objetos permite además internacionalizar el producto y traspasar fronteras. Don Davel se suma a esta tendencia y presenta en gira también su último trabajo, La increíble historia de Elzear Duquette, segunda parte de lo que será una trilogía. Puente invita aquí a un viaje sobre la fugacidad detiempo donde explora el uso escénico de los relojes de arena. La pieza se configuró en una residencia de creación artística en el Topic de Tolosa. 

Próxima función de Le Fumiste: 15 de enero de 2023 en el Teatro Real Carlos III de Aranjuez.

miércoles, 19 de octubre de 2022

Otoño en danza para toda la familia

Espacio Abierto y la sala Cuarta Pared han iniciado su temporada otoñal con interesantes propuestas de danza contemporánea para público infantil y familiar. Son dos de los centros de exhibición madrileños que más cuidan su oferta para este colectivo; el de la Quinta de los Molinos, porque lo lleva en su génesis desde su inauguración en julio de 2018. Hoy sigue siendo el único auditorio municipal con un calendario estable de artes escénicas de calidad orientado específicamente a niños y adolescentes. La Cuarta Pared alienta desde hace años su compromiso con los jóvenes públicos a través de su escuela, sus campañas escolares, y programando los fines de semana a compañías de nivel. La danza está siendo protagonista del nuevo curso en ambos escenarios. 

Espacio Abierto Quinta de los Molinos dio la bienvenida al otoño con Entre almendras anda el juego, un espectáculo itinerante por distintos rincones del parque, creación en exclusiva de la compañía Aracaladanza como fin de fiesta de la segunda edición de La Quinta cosecha, una jornada de actividades en torno a la recogida de la almendra. El 22 y 23 de octubre prosigue el ciclo de danza para bebés y primera infancia Bailas, ¿Baby? Esta vez asume el desafío el coreógrafo Jesús Rubio Gamo, tras las hermosas experiencias de la temporada anterior con Luz ArcasCesc Gelabert

Casi un año después de su estreno en Matadero, la compañía de Mónica Runde10&10, ha traído a la Cuarta Pared Vivo Vivaldi, un viaje a través de las estaciones con la guía musical del genial compositor veneciano. Además la sala acogerá a finales de mes Olor a tiempo, una obra enmarcada en la programación del XVII Festival Suma Flamenca, que integra flamenco y teatro para público de todas las edades. Sara Nieto, impulsora del proyecto, pone a bailar a algunos de los personajes de El Principito por bulerías, cañas o guajiras.

Si la expresión a través el movimiento es consustancial al ser humano; si bailar es una de las primeras artes que gozan los niños de forma espontánea, ¿por qué no invitarles más a menudo a ver, sentir, experimentar la danza?


Imagen de Entre almendras anda el juego

Entre almendras anda el juego, de Aracalandanza

Va camino de ser tradición: las familias se arremolinan en el jardín exterior que hay delante del palacete de la Quinta de los Molinos veinte minutos antes de que comience la aventura. Todos, pequeñas y mayores, vecinos y turistas, están invitados al baile. Una llamada de la anfitriona Al Mendra conduce al grupo por un sendero hasta el lugar secreto donde se halla una de las joyas del histórico parque madrileño: su campo de almendros. Allí asistimos a una representación estilizada y bellísima del rito de la recolección; corros de bailarines varean los árboles y acarrean espuertas llenas con el fruto que simboliza la despedida del verano y el inicio del ciclo otoñal. Al término, los niños se apresuran a recoger las almendras que quedan en la tierra y aprenden a abrirlas a pedradas, feliz aperitivo de buena mañana.


Imagen de Entre almendras anda el juego


El entorno natural es plaza, escenario y cuerpo de esta pieza itinerante concebida por la prestigiosa compañía Aracaladanza (Premio Nacional de Teatro para la Infancia y la Juventud 2010 y múltiples premios MAX y FETEN), infalible sello de rigor y excelencia a las riendas de Enrique Cabrera.
No es la primera vez que se baila o se actúa en este bosque. En la edición anterior fueron Chevy Muraday y Losdedae quienes sembraron y recogieron los frutos, y el verano de 2021 las Alicias buscan Maravillas de Lucía Miranda también jugaron allí al escondite.
Este tipo de propuestas al aire libre son un acierto, y cada vez más, también, un éxito de convocatoria. De un día para otro se corre la voz y la comitiva que atraviesa el parque ávida de sorpresas se vuelve multitudinaria. El público participa del recorrido como un actor más en un ambiente lúdico y festivo que trasciende el concepto de teatro de calle. Cuando además se habla en lenguaje gestual y simbólico, la experiencia adquiere cierto aire de ensueño.
 
¿Qué está pasando?
¿Adónde vamos ahora? 
¡Mira, mira ahí...! 

El trayecto continúa y de pronto, en un recodo del camino, ¡oh!, un quinteto de cuerda interpretando clásicos populares. Más arriba, en otro rellano, unos elegantes gigantes sin rostro acaban perdiendo la cabeza a ritmo de swing. Bordeando una curva nos topamos con unos paseadores alternativos, entre otras ironías visuales (ángeles rojos, hadas negras...) hasta llegar a la pista final donde converge la memoria de los juegos infantiles, los de vara, comba, y pasos en retahíla. Quien quiera ser niño puede unirse a los artistas y hacer turno para saltar, culminando entre todos la creación colectiva.


Imagen de Entre almendras anda el juego


Entre tanto trasiego quizá se escape algún fragmento o no pillemos el mejor hueco para verlo, pero aquí no sólo importa el visionado; la experiencia es inmersiva y se completa por la ilusión de la ruta en sí. Formar parte de ello es ya el espectáculo. Y tal vez, de improviso, descubramos a un bebé bailando entusiasmado al son de Vivaldi, o la alegría de una anciana vecina del barrio que se ha sumado curiosa a la comparsa durante su paseo cotidiano por el parque. 
Lo mejor es que habrá otra oportunidad de disfrutarlos pronto: Aracaladanza volverá a finales de febrero, con la floración de los almendros, a presentar La Quinta en flor. Y de nuevo la danza anunciará la primavera.

Vivo Vivaldi, de 10&10

Del paso de las estaciones, de celebración y música barroca va también este espectáculo, Vivo Vivaldi, donde un equipo de nueve bailarines traza puentes sensoriales entre las emociones que volcó el compositor italiano en sus celebérrima obra, y la mirada actual. Con más de treinta años de carrera, la compañía 10&10, ahora comandada por un tridente excepcional de creadoras (Mónica Runde, Elisa Sanz e Inés Narváez) se atreve por primera vez con un infantil. Pero en realidad no es tal, sino una propuesta abierta que pretende acercarse -por distintos recovecos- a un amplio arco de edades. Lo han mostrado en octubre en la Cuarta Pared, el lugar donde hace años se fraguó la complicidad entre las tres. Y con el aliciente de que ellas también bailan.


Imagen de Vivo Vivaldi. Fotografía de José Alberto Puertas

Vivo Vivaldi es un divertimento coral que mezcla disciplinas como la danza, el teatro de sombras o la vídeo-escena, trasladándonos a un universo de fantasía y componiendo imágenes que parecen cuadros. Propone un viaje por las estaciones que empieza en el invierno (la oscuridad, los temores) y acaba con la explosión de luz y alegría de la primavera. A veces son los peques quienes tienen que explicar esta inversión temporal a los adultos; los elementos referenciales de cada período son claros y reconocibles para los niños, que se dejan llevar sin más prejuicio que el asombro y las ganas de jugar. "Una de las anclas del proyecto era la necesidad de hacer llegar nuestros códigos a los públicos que normalmente no acceden a ellos", apunta Narváez. "Creemos que una sociedad capaz de emocionarse junta es capaz de comunicarse mejor".

Imagen de Vivo Vivaldi. Fotografía de José Alberto Puertas

La comunicación es intergeneracional y recíproca entre la escena y el patio de butacas y no faltan los toques de humor. Complacen la libertad y la intuición con que los actores habitan el espacio y se moldean en conjunto y en soledad. Por lo imaginativo y prolífico, llama la atención el vestuario -como no podía ser menos estando Elisa Sanz en tablas y en bambalinas-, con guiños a la propia infancia de los intérpretes. Hay misteriosas siluetas con capa y máscaras venecianas que se deslizan en volandas, polisones combinados con prendas náuticas, faldas que son flores, flores que serán humo. Funciona la apuesta por el papel como elemento plástico esencial: crea marcos, alfombras y volúmenes, sirve de telón, de vestido, y hasta de efecto sonoro.

La selección musical que inspira la coreografía bebe sobre todo de Las cuatro estaciones de Vivaldi, pero deja de lado los temas más trillados de la obra. Como un trasunto del propio autor, Mónica Runde, alma mater de la compañía, toma la batuta, mueve las cuerdas, y orquesta momentos de apoteosis.


Imagen de Vivo Vivaldi. Fotografía de José Alberto Puertas


Próxima función30 de abril en el Laboratorio de las Artes de de Valladolid (LAVA)


martes, 11 de mayo de 2021

OVIDIA, de La Société de la Mouffete: títeres de mayores para tratar la asepsia emocional de la sociedad

De cuando en cuando algún festival o centro cultural con ojo y fortuna rescata de su letargo a Ovidia, una insólita apuesta de teatro de títeres, plato de repertorio de la compañía La Société de la Mouffete, afincada actualmente en Madrid, aunque se gestó en Bruselas. En esta ocasión la hemos cazado en el auditorio de Espacio Abierto Quinta de los Molinos, tan propio para formatos de tamaño medio, como es el caso. Hace ya siete años de su estreno en la desaparecida sala Kubik Fabrik, y los corazones en tránsito de sus personajes marginales siguen resurgiendo y provocando asombros. Se trata de un cuento para mayores (a partir de 13 años) de ambientación sórdida y poética expresionista, que indaga en la inadaptación social con tintes de humor negro.

Un momento del espectáculo Ovidia

Cuando asistimos al teatro, solemos acudir con cierta expectativa. En esta función da igual haber leído previamente la sinopsis: lo que va sucediendo no se ve venir; todo resulta turbador, excitante, soberbio. Ya venimos advertidos de que Ovidia y Sr. Topo son gemelos anómalos, habiendo nacido ella con dos corazones y quedando él en la más pura apatía emocional. Ovidia sería una PAS (persona altamente sensible) aquejada de una vulnerabilidad extrema, por lo que vive apartada de la sociedad, huésped de un decadente motel de carretera, un lugar perdido en medio de la nada. Su hermano sin corazón arrastrará una inevitable falta de empatía que le incapacita para relacionarse con el medio y sus semejantes por los motivos opuestos. Cada noche a ella le asalta un delirio recurrente en el que ambos retornan al estado fetal en que se encontraban en el útero materno, donde sí eran felices, momentos que alcanzan una extraña fascinación poética en escena. El tercero en discordia es Sr. Sapo, el trastornado dueño de la inhóspita pensión, que mantiene con Ovidia una enfermiza relación de dependencia. Su inclinación obsesiva por atrapar a un intruso confiere ritmo y precipita la acción.

Un momento del espectáculo Ovidia

La trama evoluciona hacia el thriller tanto en lo temático (hay suspense, crímenes por resolver, persecuciones...), como en lo formal, en una sutil traslación del lenguaje del cine a la escena. Por un lado vemos el plano general del motel donde transcurre la acción exterior, ingenio escenográfico móvil -inspirado en las maquetas de la artista americana Tracey Snelling-, que apunta escorzos, sombras y contrapicados bajo luces de neón. Los personajes a esta escala son muñecos de trapo neutros, inquietantes alusiones al vudú. 

Por otro lado, nos colamos en la intimidad de las habitaciones, planos medios montados sobre el tejado del edificio: la anticuada recepción con radio setentera, timbre de mano y tapicería de skay por donde deambula el Sr. Sapo, y el dormitorio, que es a la vez refugio y cárcel de Ovidia. Aquí se recrean las rutinas de los personajes, grotescos títeres de madera tocados por tres manipuladores que intervienen en la historia en segura sincronía. Más volcados en el decir gestual que en el verbal, Esther d’Andrea, Lucas Escobedo y Vera González convierten ese feísmo sucio que habita detrás de los umbrales, que de corriente no se muestra, en sustancia extraordinaria.

Un momento del espectáculo Ovidia

En lo estilístico, la propuesta tiene vetas de algunas pelis de Tim Burton o Jean-Pierre Jeunet; el acento internacional de fondo en los noticiarios y la selección musical traen ecos de Les triplettes de BellevilleMención de honor merece el diseño de espacio sonoro, un magma riquísimo en matices que va tiñendo la atmósfera sin que apenas lo advirtamos.

Desde lo sórdido y lo macabro, coqueteando con el terror psicológico, se plantea una reflexión sobre la crudeza de la soledad, sobre las dificultades de integración social de quienes viven en los márgenes, y también sobre la toxicidad de las relaciones, las dependencias emocionales y la liberación que supone derribarlas. Quién diría que se pueda plantar cara a temas tan peliagudos a través de la narrativa objetual.

Un momento del espectáculo Ovidia

En España no hay tradición titiritera para público juvenil y adulto como sí ocurre en otros países europeos; el género sigue muy asociado a la niñez y rodeado de prejuicios de infantilismo y simpleza a ojos ajenos al sector, por lo que se hace necesario apoyar la producción y exhibición de propuestas potentes, con altura de miras, orientadas a esa franja de edad que a priori no se sentiría atraída por un espectáculo de títeres. En este sentido, Ovidia es un ejemplo que asume riesgos sin indulgencia y los vence de manera sobresaliente.

Un momento del espectáculo Ovidia

Provocadora y audaz, cuidada al detalle y casi insolente en su pericia técnica, Ovidia se degusta con una mezcla de fruición y desasosiego. Tras el impactante giro final, deja abiertas algunas incógnitas que se prestan a la suposición y al debate, cuando ya lo de menos es encajar las piezas, y lo de más, lo que queda, es una privilegiada sensación de regocijo y maravilla.

OVIDIA

Producción: La Société de la Mouffete (laboratorio teatral)
Dirección artística: Vera González
Dirección manipulación: Javier Jiménez
Actores marionetistas: Esther d’Andrea, Lucas Escobedo y Vera González
Creación de marionetas: Gavin Glover y La Société de la Mouffete
Escenografía: Molina FX y La Société de la Mouffette
Diseño de iluminación: Juanjo Llorens
Diseño sonoro: Iñaki Rubio
Vestuario: Ana López
Género: Teatro de títeres y objetos
Próxima Función: 4 de julio en el Auditorio Carmelo Gómez de Sahagún (León)
Duración: 1 hora
Edad recomendada: A partir de 13 años

miércoles, 21 de abril de 2021

NIYAR - A paper tale: Un poema visual envuelto en papel de regalo

Lo que vimos el pasado fin de semana en Espacio Abierto Quinta de los Molinos no sabemos aún si era una pieza teatral o una ensoñación. NIYAR - A paper tale, se apareció ante los ojos como un poema tridimensional, un libro deconstruido, una suerte de pop up informe que despega la imaginación usando el papel como material escénico. Todo es levedad y encanto en un primoroso ejercicio de papiroflexia donde los bordes de la realidad se difuminan.

La directora de Espacio Abierto, Beatriz de Torres, no ceja en su empeño de rescatar preciados tesoros y descubrirlos para las familias de Madrid, y ha vuelto a traer a este auditorio a la artista de origen judío Maayan Iungman, formada en Berlín y residente en Burdeos. Profesional de distintas ramas del arte escénico (escenografía, actuación, títeres...), ha ido inclinando su carrera hacia el teatro objetual. Empezó a jugar con el papel, curiosa por explorar sus límites. De esa investigación nacieron unas marionetas sin rostro ni color y la sustancia de una historia abierta, sin palabras, que se hace única en la mirada de cada espectador que la contempla.

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

Maayan Iungman es un hada fabuladora que condensa la belleza y el misterio de las musas griegas. Sus manos son como varitas mágicas que hicieran cosquillas con toques suaves. Se enfrenta a la página en blanco sobre un montículo de hojas arrugadas, nostálgico vertedero de todas las historias que no fueron: tachones, ideas desechadas por la propia autocensura, borrón y cuenta nueva. El papel, tan pobre, contiene paradójicamente la esencia del reciclaje, las infinitas posibilidades de la creación. El hada aún tirará una cuantas bolas hasta encontrar el primer brote del cuento, pero la espera merece la pena. Lo que ella siente -sus anhelos, frustraciones, su ánimo cambiante...- lo irá trasladando afuera mientras se muestra desnuda, toda piel envuelta en un vestido de pliegos sin planchar.

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

En un espacio pequeño de ambiente intimista asistimos al alumbramiento de un personaje que quizá fue lámina, pero ahora, recortado y solo, busca un compañero o compañera de camino... Es exigente y no le vale cualquiera, pero afortunadamente existen los milagros. Como una extensión de Maayan, arropadas por delicadas melodías, figuras inciertas se deslizan gráciles entre un paisaje de capas y sobrecapas por levantar. Sin saber bien cómo, se ha desplegado un mundo de ecos surrealistas que desafía la consistencia de nuestras creencias.

El estatismo de la actriz se compensa con la movilidad del decorado, donde siempre aguarda otra sorpresa: de la mesa de manipulación surge un vergel, una flor que baila (¿o era una seta?); de su cielo descienden nubes, el sol, un corazón (¿o era un huevo?) Y lluvia de confeti, soplidos de talco, leves pases de página con luz intraescénica. Fantasía blanca apenas manchada por el detalle de una flor tintada en vino. Nos queda la curiosidad de ver cómo funcionaría la proyección de colores en tanta superficie clara. 

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

La ilusión pende aquí -literalmente- de un hilo. Como un mago de Oz oculto tras la caja negra, el técnico auxiliar, Philipp Rückriem, facilita los asombros. Al fondo de la sala, una señora musita: "¡Mira!, una lámpara", y oímos a una niña contestarle: "¡No, abuela, son pájaros-luciérnaga!". Una nueva y enternecedora visión del retablo de las maravillas.

En su último trabajo, Boxes, Maayan Iungman sustituye el papel por otro material inusual: las cajas de cartón. Quizá, con suerte, podamos pronto adentrarnos en ellas.

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

NIYAR - A paper tale

Creación e interpretación: Maayan Iungman
Segundo titiritero y técnico: Philipp Rückriem
Diseño de música y sonido: Thomas Moked
Diseño de iluminación: Anna Lienert
Vestuario: Chantal Kirch
Género: Teatro de objetos y marionetas de papel
Lugar: Auditorio del Espacio Abierto Quinta de los Molinos
Duración: 40 minutos
Edad recomendada: A partir de 5 años

sábado, 28 de noviembre de 2020

La Rous abre los cajones de la La casa del abuelo en la Quinta de los Molinos

No podía faltar un espectáculo de La Rous en la programación del que se se ha convertido en el templo de las artes escénicas de calidad para toda la familia en Madrid, Espacio Abierto Quinta de los Molinos. El centro comandado por Beatriz de Torres parece haber recobrado fuerzas tras el ineludible parón pandémico, y no deja de acoger compañías excelentes en su coqueto auditorio. Este fin de semana cuenta con una invitada de honor, Rosa Díaz, alma mater de La Rous (Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2011), polifacética renovadora del teatro para todos los públicos en nuestro país. La función que nos trae, La casa del abuelo, es una maravilla del teatro de objetos en pequeño formato que pone en valor el legado de nuestros mayores, tan necesitados de odas cotidianas, afectos y calor en estos tiempos.

Imagen de La casa del abuelo, de La Rous

La casa del abuelo trata sobre la huella indeleble que deja en nosotros la familia. Este delicioso retablo intimista cuenta la especial relación de una niña con su abuelo (personaje inspirado en el padre de la autora), y cómo, cuando un día éste se apaga y se marcha para siempre, nieta y abuela le mantienen presente y vivo a través de los objetos que le pertenecieron.

La Rous se atreve a contar a los niños la muerte con naturalidad: el abuelo no está (no se ha ido al cielo, ni se ha convertido en ángel de la guarda...), y la vida sigue. Nosotros hacemos presentes a los que se van a través de su recuerdo. Este mensaje cobra especial sentido este año en el que tantas familias -y tantos niños- están perdiendo a sus mayores.

Llena la escena teñida de rojo un sorprendente trasto: un escritorio de madera, practicable, infundido de magia, que, abriendo y cerrando cajones se va transformando en las distintas estancias de la casa de los abuelos en un recital de detalles.


Imagen de La casa del abuelo, de La Rous

Es una función para verla muy cerquita, que se afana en mostrar la teatralidad de las pequeñas cosas. Los protagonistas son muñecos rudimentarios confeccionados con materiales y objetos cotidianos (palos de helado, cartón, trapos, sellos, gomas de borrar...). Por ejemplo, la abuela tiene cuerpo de bastidor y cabeza de cesta de mimbre; sus particulares andares hacen que las carcajadas salten.
Los dedos de la titiritera son las inquietas piernas de la niña, y a la vez asisten en sus manías a ese abuelo que a todos nos recuerda al nuestro, realizando diariamente sus rituales (afeitarse, recolocarse la boina, abrir el periódico...), musitando sus cancioncillas: "al paso, al paso, al trote, al trote, al galope, galope, galope...". La acción está arropada por el sonido dulce de una caja de música, y cada personaje tiene además su propio leit motiv.


Imagen de La casa del abuelo, de La Rous

Preciosa aparece la escena de la verbena, delicadamente diseñada con luz intraescénica, que nos descubre cómo se conocieron los abuelos, bailando a la luz de la luna.
El público menudo ríe jovial al reconocerse en la curiosidad juguetona de la niña, mientras el adulto se conmueve recuperando las memorias perdidas de su infancia. Rosa Díaz tiene el don de lograr que cada espectador conecte con algo, con un instante...: el don de emocionar.

Dicen que los que se van sobreviven 
gracias al recuerdo que de ellos pervive 
en quienes los amaron…

La propuesta nos trae el recuerdo de otros 'espectáculos con escritorio', como la prodigiosa fantasía visual El oratorio de Aurelia, de Aurélie Thierrée, nieta de Chaplin, o Ildebrando Biribó, memorable creación de Alberto Castrillo-Ferrer sobre el apuntador de la primera representación mundial de Cyrano de Bergerac.

Escritorio abierto de La casa del abuelo, de La Rous

La Rous es una compañía creada en 2008 por Rosa Díaz, actriz, directora, y autora de teatro desde 1984. La casa del abuelo fue su primer espectáculo como compañía independiente, con guión y dirección propias, con el que obtuvo el Premio al mejor espectáculo FETEN 2009, el Premio Villanueva 2010 (Cuba), y el Premio en el Festival Parque de las Marionetas de Zaragoza 2014. Doce años después de su creación, este escritorio encantado sigue girando por los escenarios de toda España. 

La visita de Rosa Díaz a Espacio Abierto Quinta de los Molinos se completa con la invitación ¡Pon tu cuerpo a dibujar!, un taller orientado a niños de 7 a 9 años en el que a través de juegos y ejercicios se trabajará la atención visual, la memoria corporal y la conciencia del espacio. 

La casa del abuelo

Compañía: La Rous
Actriz y titiritera: Rosa Díaz
Dirección: Rosa Díaz y Mauricio Zabaleta
Lugar: Auditorio del Espacio Abierto Quinta de los Molinos
Funciones:
Sábado 28 de noviembre a las 18:00 h.
Domingo 29 de noviembre a las 12:00 h.
Duración: 50 minutos
Edad recomendada: A partir de 5 años

jueves, 5 de diciembre de 2019

Afuera es un lugar de Arena en los bolsillos, teatro para bebés y primera infancia en la Quinta de los Molinos

El Espacio Abierto Quinta de los Molinos se ha convertido en un firme referente de la programación estable de calidad orientada a público familiar en la capital. No hay estación ni fin de semana que no apetezca adentrarse en el bosque y seguir el caminito  hasta llegar a esa ilusionante casa de las artes y los juegos para descubrir la nueva sorpresa que aguarda en su coqueto auditorio. Como en el cuento de Hänsel y Gretel, pero con golosinas escénicas. La cuidada selección de compañías invitadas y la diversidad de las propuestas dan idea del rebullir creativo y el gran momento que atraviesa el teatro para la infancia y la juventud. Casi se hacen innecesarias las recomendaciones: prácticamente todo lo que allí se ofrece es bueno, bonito y barato.

Un momento del espectáculo Afuera es un lugar
Los próximos días 7 y 8 de diciembre es el turno de la compañía Arena en los bolsillosespecializada en el trabajo para bebés y primera infancia, que inauguró este espacio hace poco más de un año con Pequeña Max, su celebrada fábula sobre la discapacidad y la diferencia (nosotros la vimos en primavera dentro del ciclo Rompiendo el cascarón del Centro Cultural de la Villa y aún conservamos las plumas de colores con las que echar a volar...)

Ahora repiten en la Quinta con su segundo espectáculo, Afuera es un lugar, variaciones sobre los primeros contactos de un niño con la naturaleza al separarse de su madre, a quien vemos presa tras los barrotes de una celda. Inspirada en las vivencias de los menores internos en prisión, y aunque puede parecer un tema duro para niños tan pequeños (el público al que se dirige la compañía es de 1 a 4 años), aborda esta realidad desde la ternura, el descubrimiento del mundo exterior y la celebración de la libertad.


Un momento del espectáculo Afuera es un lugar
Arena en los bolsillos, y en el pelo, y en el envés de las uñas, y en los pliegues del ombligo... Qué niño o niña no ha llegado a casa completamente rebozado después de una jornada en el parque, el campo o la playa. El propio protagonista de esta historia se la lleva a la cara con intención de bebérsela, provocando las risas del joven público. Pero tiene disculpa; ha estado encerrado entre cuatro paredes y una ventana, y es la primera vez que la toca. Desvelar la belleza a través del juego es el motor de trabajo de esta compañía granadina (ay, qué tendrá Granada para ser cuna de tantos y tan buenos titiriteros), que comenzó su andadura en 2008 con el impulso de Elisa Vargas e Iker Pérez, y hoy lleva deleitando ya a tres generaciones de pequeños-nuevos espectadores.

Un momento del espectáculo Afuera es un lugar
Afuera es un lugar nos recuerda en su inicio al famoso diálogo de las Figuras de Pámpanos y Cascabeles de El Público de Lorca:

 ¿Y si yo me convirtiera en hormiga?
 Yo me convertiría en tierra.
 ¿Y si yo me convirtiera en tierra?
Yo me convertiría en agua.
¿Y si yo me convirtiera en agua?
Yo me convertiría en pez luna.

Y a una conversión asistimos, la del bebé en niño, la de la ignorancia en hallazgo, la de la privación inhóspita al paisaje acogedor... Los actores Iker Pérez y Francisco Javier Martín se alternan en la manipulación de objetos y personajes y acompañan los movimientos de ese niño entrañable, alegre y vivaz, abriéndole el paso y los ojos y envolviéndonos a todos en una especie de ensoñación.
La imponente escenografía -una maternal montaña despiezada que parece la escultura de una venus paleolítica- sirve con audacia a la narrativa creando un espacio mágico; en sus recovecos el niño va encontrando pistas y sugerencias sobre cómo funciona el mundo. Es posible acariciar las nubes con la punta de los dedos, adivinar en ellas formas de luz, rozar el vuelo de los pájaros con el flequillo, asomarse al mar... Y volver, después de la aventura, al hogar que son los brazos de la madre.

Un momento del espectáculo Afuera es un lugar
La obra se ha hilado bajo la mirada sabia de Rosa Díaz, de La Rous Teatro, recientemente distinguida con el Premio ASSITEJ España 2019, y Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud en 2011, lo cual es sin duda otro aliciente. 

No llueven del cielo las giras nacionales e internacionales que viene realizando esta compañía desde hace años; son fruto del compromiso por brindar a los niños sus primeras experiencias artísticas, por despertar la curiosidad y los sentidos desde una poética visual. Tienen algo especial; vayan con sus peques a comprobarlo y a encandilarse.

AFUERA ES UN LUGAR

Producción: Arena en los bolsillos
Autora: Elisa Vargas
Intérpretes: Iker Pérez y Francisco Javier Martín
Composición musical: Mariano Lozano-P
Diseño de iluminación: Juan Felipe Augustín
Dirección: Rosa Díaz
Funciones
Sábado 7 de diciembre a las 17:30 h.
Domingo 8 de diciembre a las a las 11 h., a las 12:30 y a las 17:30.

Edad recomendada: De 1 a 6 años
Duración: 45 minutos

P.D.: Imperdible también la función programada el siguiente fin de semana, Vida, de Javier Aranda, otra genialidad contada mano a mano con títeres de puño y hueso que nacen, se reproducen y mueren con mucho humor.