jueves, 2 de febrero de 2017

Paco Gámez: "Nana en el tejado aborda la necesidad de individualidad de los niños"

La verdad es perfecta para las matemáticas, la química, la filosofía, pero no para la vida
En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza, cuentan más.

Ernesto Sábato

Con esta fantasiosa cita de Ernesto Sábato preludia Paco Gámez su obra Nana en el tejado, pimpante ganadora del XVII Premio SGAE de Teatro Infantil, que cuenta la aventura de una niña que se refugia en el tejado de su casa al haber quedado su pueblo inundado. Un cuento escénico que reivindica el poder de la imaginación de los niños para afrontar los problemas, y que está llamada a convertirse en una obra revelación.

Paco, actor, director, y autor jiennense, es un tipo amigable y cercano; ríe mucho, sobre todo con los ojos, que aún desprenden el candor inquieto del niño que fue. Inspira una sencilla simpatía, de modo que cualquiera podría creer que le va a atender, a escuchar, e incluso a ayudar. Es difícil precisar si esa facilidad para transmitir confianza proviene de su entrenamiento actoral o de su propia personalidad.

Ambos somos de Jaén, nos conocemos desde hace años, tenemos un sinfín de contactos en común, hemos coincidido en saraos culturales diversos, y sin embargo, es la primera vez que quedamos a solas, y también la primera que compartimos la ilusión por hablar sobre teatro infantil. Su reciente Premio SGAE nos da la oportunidad, el pretexto, el desayuno de una de las últimas mañanas que le quedaban al 2016, en la cafetería más céntrica y popular de nuestra pequeña ciudad.

Paco Gámez, ganador del Premio SGAE de Teatro Infantil 2016 (fotografía de Mercedes Hausmann)

Lo primero que me gustaría que nos contaras, si te apetece compartirlo, es cómo fue el momento en que te notificaron que habías ganado el Premio, ¿dónde estabas, cómo lo viviste...?

Pues me pilló totalmente de sorpresa. Tenía un día malísimo, me levanté esa mañana con un dolor fuerte en el hombro, y me fui a trabajar, tuve una primera clase súper agotadora, y después tenía que dar otra clase a un alumno inglés. De pronto vi un número que me llamaba; creí que era el inglés que me iba a decir que íbamos a otro sitio a dar la clase, y era de la SGAE infantil, y pensé, ¡ay, qué alegría...! Y me cambió ya la energía del día. Y en vez de dar la clase me fui con el inglés a celebrarlo. Le dije que me acababan de dar un premio muy importante, y le invité a él el primero, ¡se tomó cinco vodkas por la mañana...!

¡Jajajaaa...!, esa anécdota da para escribir otra obra de teatro...

Sí, sí sí... Él no era consciente, sólo sabía que estábamos celebrando algo... Yo me tomé un vermut, y luego me pasé a cocacolas; en la plaza de Olavide estuvimos.

Sobre el proceso creativo de la obra, has comentado en otras entrevistas que te generaba cierta inseguridad, ¿por qué?

Sí, yo mandé la obra al Premio, pero tenía muchas dudas sobre el texto, de si podía funcionar o no, de si iba en la línea del teatro infantil actual... El caso es que yo he actuado, he leído y he visto mucho teatro para niños, pero este es el primer texto que he escrito para niños. Jugaba con la ventaja de la libertad, de no tener ninguna pretensión, ningún compromiso directo de estreno, ni de un número de actores...; jugaba a hacer lo que me diese la gana, a proponer una puesta en escena que no sabía si era posible o no..., podía imaginar lo que quisiese.
Los niños pequeños tienen una necesidad de vínculo muy aferrado, pero en Nana, la protagonista de la obra, transpira la necesidad de cierta individualidad. Por eso yo tenía la duda de si este discurso que hay por debajo de la fábula es propicio para niños o no.

Pintura de Esther Gámez Blánquez

¿Consideras que has podido recibir cierta influencia de Tomás Afán Muñoz...? [dramaturgo jiennense reconocido por multitud de premios, entre ellos el ASSITEJ de teatro para niños y jóvenes en varias ocasiones. Son cuñados]

Los primeros textos de teatro infantil que yo leí eran de Tomás, él ha hecho muchísimo teatro infantil,  y yo desde pequeño he trabajado con La Paca [compañía de teatro infantil de referencia en Jaén, dirigida por su hermana Mª Carmen Gámez, y por Tomás Afán], por tanto tengo mucha influencia de él, aunque después somos muy distintos en formas, yo voy por otro lado, porque tengo otra referencias y otros gustos; pero Tomás tiene un punto muy ingenuo en su escritura, y también un punto de ciencia ficción, y en eso sí creo que tengo una influencia muy directa.

¿Cómo ha sido el tránsito del Paco Gámez actor al dramaturgo?

Yo no veo muy claros los límites del teatro; un actor que entiende y trabaja los textos tiene la capacidad de crear un texto propio, otra cosa es que sienta o no el impulso creativo. Desde que estudiaba en la ESAD de Sevilla me apetecía autodirigirme, hacerme la dramaturgia si estaba trabajando sobre algo..., me parecía tan natural como poner focos. Me considero un artesano del teatro que no contempla las fronteras entre el papel, las tablas, la butaca. 

Vaya, lo que es ser 'un hombre de teatro', así, integral...

Eso es lo que a mí me interesa. En tercero o cuarto empecé a escribir textos, a raíz del hábito de leer; partí un poco de jugar a imaginar lo que a mí me gustaba en el teatro, y generarlo yo. Escribí El hombre en llamas, que ganó un premio en la Universidad de Sevilla. Luego estuve un tiempo sin escribir. Después el proyecto de Calderón cadáver [Un 'cadáver exquisito' a partir de La vida es sueño, en el que ocho dramaturgos galardonados con el Premio Calderón de la Barca, intentaban establecer un diálogo entre los siglos XVII y XXI para el Festival AlmagrOff 2015] me dio un nuevo impulso; al estar en un proceso de trabajo, en contacto con dramaturgos, me fue entrando el gusanillo, y empecé a preguntarme cómo sería mi voz escribiendo.
Cuando me lanzo a escribir pienso mucho en el escenario, en qué me gustaría que pasase como actor y como espectador. Entender el trabajo de actor ayuda mucho a escribir (y viceversa). Cuando escribo veo muy claramente los distintos niveles, de modo que se me han encajado muy bien las dos cosas.

Claro, el tener tan patentes las dos facetas hace que el trabajo se enriquezca mutuamente... 
Y ahora que estás más centrado en la escritura, ¿no añoras actuar?

Estoy muy feliz con lo de escribir, porque de repente estoy yo solito aquí, sin tener que lidiar con un grupo de gente, cuadrar horarios... Es más sencillo compaginar la dramaturgia con otro trabajo, porque estoy muy limitado de tiempo. Y el estar teniendo ciertos reconocimientos me anima mucho a seguir escribiendo. A partir de ahí volveré al escenario desde otra puerta. Al final he tenido mucha suerte, porque esto de los premios depende siempre de múltiples factores: con quién compites, la composición concreta del jurado, que se entienda tu sensibilidad...

Pintura de Esther Gámez Blánquez

Nana en el tejado luce una voz muy limpia, fresca, muy teatral, muy visual. Tiene un personaje principal muy potente, y la acción se imagina como en dibujos animados. ¿Cómo surgió la motivación para esta historia?, ¿por qué decides un día escribir una obra de teatro para niños?

El concepto primero de Nana es anterior, de hace tres años o así..., no recuerdo exactamente cuál fue el motor. Pero el germen lo esbocé en un par de días. La Paca estaba en una asociación de teatro infantil que se llama Te Veo. Había una reunión de asociados de Te Veo en Canarias y me pidieron que fuera yo. Fue un encuentro de muchas compañías de teatro infantil de toda España, hablando, debatiendo sobre lo que se podía contar a un niño..., y creo que fue ahí cuando empecé a maquinar lo que podía escribir.
También hablé con una amiga mía asturiana cuya familia está vinculada con la organización de FETEN, y ella me dijo que le parecía buena idea, que Nana estaba en la onda del teatro de calidad que se estaba haciendo ahora para niños, y me animó mucho a escribir la obra. Después con el tiempo le he ido dando capas. Lo dejé un tiempo en el cajón, luego lo retomé...
Por otro lado, no sé cómo llegué yo al caso aquel de la niña atrapada por el agua que salió hace años... [se refiere a la avalancha de Armero, en Colombia, tras la que una pequeña de trece años de edad, Omayra, se convirtió en el icono de la tragedia en 1985]. Pero no tengo una documentación de casos de catástrofes, mi texto es algo mucho más espontáneo y más ingenuo, a partir de la idea de una persona en situación límite, y el elemento del agua (en otras obras ya había trabajado sobre el fuego, o la tierra...).

¿Cómo has querido abordar el tema de la muerte dentro de la obra? Yo lo veo con cierta inocencia, para nada me ha parecido algo macabro ni oscuro...

Es un tema que me ha salido en el texto de manera más inconsciente que consciente. Nana habla con sus padres, que están debajo del agua; se trata de un plano mágico. Entienden que están muertos o que hay algo dramático los personajes adultos, pero realmente, para mí no están muertos, están en otro plano. Sí, la muerte está ahí presente de alguna manera, supongo que de pequeño a mí me inquietaba ese tema. Un niño con 7 u 8 años ya pregunta por ello, se preocupa por la muerte de una persona cercana, la posibilidad de desaparecer...

Ajá... ¿Qué otros temas te inspiraron entonces?

Cuando yo escribía el texto, lo que quería era hablar sobre la independencia, sobre la capacidad de superación, sobre la necesidad de tener apoyos, pero no estar atado a esos apoyos, supongo que por mi momento vital de entonces. Como autor quería contar la necesidad de desligarse de vínculos emocionales fuertes, que siguen estando ahí, pero la niña está sola: sus padres están ahí, la están apoyando, el chico pelirrojo que aparece en el árbol es su amigo y está un tiempo con ella, hay un amago de amor, pero se va antes que ella, la tortuga está de paso, y la señora mayor dice 'yo me voy a quedar aquí porque ésta es mi casa', y la niña se va. Realmente no estamos hablando aquí de la muerte ni de la tragedia, sino de la capacidad individual de afrontar la vida, o los problemas, porque al final, de alguna manera, estamos solos todos, aunque estemos rodeados de mucha gente. Nana se va haciendo fuerte, nunca tira la toalla, se busca la vida, confía en que no va a pasar nada. Tiene un punto trascendental, pero la idea de la catástrofe real o la muerte no es tan claramente donde está colocada la historia.

Pintura de Esther Gámez Blánquez

Desde mi punto de vista la obra tiene una perspectiva muy pictórica y muy plástica. A través de las acotaciones hablas de la luz de los tejados, cómo se ven los reflejos en el agua... Te imaginas un cuadro de colores muy particulares...

Yo tengo una hermana que es pintora. Y siempre desde pequeño he visto a mi hermana pintar. Empezamos a pintar juntos en la Universidad Popular de Jaén, pero yo era un desastre absoluto, y ella siguió en la Escuela de Artes y Oficios. Y sí, la obra guarda relación con una serie de cuadros que ella tiene de tsunamis barrocos contemporáneos, donde mezcla lo natural con lo urbano; la idea de la naturaleza invadiendo el espacio cotidiano. De alguna manera hay una unión, una relación directa entre ambas expresiones, o tal vez hay algo educacional, o nos hemos influido mutuamente...

Y ya para acabar, ¿alguna función de teatro infantil que te haya marcado especialmente?

Me vienen a la cabeza muchos flashes de imágenes de montajes que vi de niño, aunque no fueran infantiles, sino teatro para adultos, y trataran temas fuertes. Por ejemplo, Rosa Díaz, antes de crear La Rous vino a Jaén con un montaje de Laví e Bel, Paradiso, en el que ella hacía de un niño que estaba muerto, y se convertía en ángel, y estaba en una estación de tren antigua, como en una Europa decadente, era muy bonito, y recuerdo que supuso una apertura mental, fue un hito para mí, de decir, ¡hala!, qué cosas se pueden hacer... También la compañía Espejo Negro, con un cabaret muy muy salvaje, muy grotesco..., y eso lo vi con trece años. He visto muchísimo teatro de niño.

BIO

Paco Gámez (Úbeda, Jaén, 1982) es Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Jaén y en Interpretación Textual por la Escuela Superior de Arte Dramático de Sevilla. Amplía su formación actoral con maestros como José Carlos Plaza, Fernando Sansegundo, Juan Carlos Sánchez, Will Keen, Ernesto Arias, Sergi Belbel, Vicente Fuentes, Andrés Lima, Carlos Be o María Velasco.
Recibe el VI Premio Jesús Domínguez por su texto Autos (A road play), publicado en la revista Primer Acto. Recientemente ha publicado Chapman (∞ x 0) dentro del programa de Creación de Nuevas Dramaturgias del INAEM. El Hombre en Llamas fue Premio Letras Hispánicas de la Universidad de Sevilla, y posteriormente publicado y estrenado bajo la dirección Alfonso Zurro. Publica también el poemario La Rompedura tras ganar el Premio de Escritores Nóveles de la Diputación de Jaén.
Su texto Nana en el Tejado ha sido recientemente galardonado con el XVII Premio SGAE de Teatro Infantil, y será publicado este año en la serie de Teatro Infantil y Juvenil Sopa de Libros, que el grupo editorial Anaya coedita con la Fundación SGAE.

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