Feriante, como panadero, como bombero...: FERIANTE. Un oficio como otro... Ese es el deseo de Concha, una de las veteranas feriantas que generosamente ha prestado su voz al armazón de este espectáculo, el quinto ya de El Patio Teatro. La compañía riojana dignifica al gremio en una pieza-homenaje donde rescata el ambiente de las antiguas barracas, las atracciones clásicas, las tómbolas, los puestos de tiro-pichón, el algodón de azúcar, las luces y el ruido... "Tienen más cuento que el tío de los caballicos", diría mi abuelo materno. Aunque esta vez el cuento no es ficción, sino documento: recoge las historias de trabajadores reales de las ferias mediante entrevistas grabadas, fotos de álbumes familiares, música popular de la época, con el habitual lenguaje de El Patio, entre lo poético y lo nostálgico, sostenido por la narración oral y objetual. Bajo la tesis de que todo el mundo tiene un vínculo con la feria, se asoman a la trastienda de quienes la hacen -e hicieron- posible, recorriendo a través de sus anécdotas algunos pasajes de la historia reciente de España.
Un momento del espectáculo Feriantes, de El Patio Teatro |
Y es que ser feriante no es un oficio cualquiera, hace callo y se lleva a cuestas: es una forma de vida cada vez más amenazada por la precariedad y el desarraigo. Ellos trabajan cuando los demás se divierten, rulando sus atracciones de pueblo en pueblo en ese calendario azaroso de las fiestas patronales. La hambruna de la posguerra empujó a muchas familias españolas a echarse a los caminos para ganarse la vida, a montar una caseta, un cachivache... con lo poco que tuvieran. De ahí que veamos tanta carretera en escena (ojalá también en gira). La idea de viaje, trashumancia o fugacidad está presente desde el inicio, y buena parte de la historia se desarrolla en cabinas de camión, remolques de juguete o el interior de una caravana. Uno de los cuadros más logrados de la función es el retrato de los distintos conductores cuya indumentaria cambia a la par que evoluciona el país (hitos sociales que se leen en toques como los adornos colgantes del espejo retrovisor -Naranjito, Cobi...-: ¡genialidad!)
La coproducción propuesta por el CDN ha permitido a esta compañía abonada al pequeño formato engrandecerse literalmente en escena. No sólo por la oportunidad de crear un trasto escenográfico de mayor envergadura, sino por la ampliación del equipo. Izaskun Fernández dirige esta vez, y a Julián Sáenz-López se suman dos acertados fichajes: Alejandro López y Diego Solloa. Ambos actores, curtidos en más que tablas, aportan canciones en directo (de los Beatles a palos flamencos, saltando por entrañables temas de la Radio Orquesta Topolino), un ímpetu nuevo, y la grata habilidad de transmitir alegría.
Un momento del espectáculo Feriantes, de El Patio Teatro |
Con la viva voz como reclamo, anda jaleo, jaleo, y pasen y vean..., feriantes y titiriteros comparten caminos, vida ambulante, cercanía con el público, montaje y desmontaje. Todo es farándula y promete regocijo, aunque algunos crean que el teatro tiene más glamour. Una de las atracciones que la obra rememora es el Teatro Júpiter, un pabellón de autómatas que recorrió todo el país a mediados del siglo XX con gran éxito en las ferias, recientemente restaurado. Se anunciaba como Palacio de las maravillas del arte (no cabe más expectativa de ilusión en un título). Y es que "todos necesitamos un poco de fantasía para hacer la vida más amable". Tuvimos el honor de asistir a la función con algunos miembros de la familia Ducal, artífices del mítico teatro de marionetas. Su historia (como la de tantas otras estirpes de feriantes: los Romez, los Vila, los Zizines...) engarzada por varias generaciones, constituye una de las principales fuentes documentales de esta obra. No faltaron los guiños y los saludos cómplices al acabar.
Un momento del espectáculo Feriantes, de El Patio Teatro |
Cada pieza que estrena El Patio es una declaración de amor al arte que profesan. Nos encanta la humildad, el respeto y el entusiasmo con que se entregan a lo que tienen entre manos. Quizá este sea su espectáculo de mayor complejidad técnica por la exigencia rítmica y la profusión de utilería, recursos y transiciones. Más allá de los múltiples premios que atesoran desde sus inicios en 2010 o su participación en festivales de prestigio, su éxito se basa en ese boca-oreja agradecido que agota entradas cuando una función vale la pena de verdad. Con Feriantes sirven un capricho escénico que sabe a piscolabis y deja ganas de más, un collage de recuerdos de la infancia, un nuevo retablo de las maravillas que -con su ineludible dosis de idealismo-, no oculta las penurias de sus protagonistas.