viernes, 9 de julio de 2021

Castelvines y Monteses: furor festivo en un Lope al escondite

La historia de los amantes de Verona, que en la pluma shakespeareana fuera tragedia amarga revisitada en infinidad de versiones, es para nuestro Lope de Vega Castelvines y Monteses, o "Julia y Roselo" una comedia alegre, enredosa, y con final feliz,  lo cual se agradece en tiempos de pesadumbre. Y para Sergio Peris-Mencheta, -hombre de teatro integral catapultado como director en los últimos años, que ha demostrado con creces su sentido del espectáculo y su solvencia en complejas puestas en escena-, es la excusa para orquestar un formidable musical. Júbilo licencioso que está de gira tras hacer una estupenda temporada en el Teatro de la Comedia de Madrid.


Una escena de Castelvines y Monsteses (Foto de Bárbara Sánchez Palomero)

De primeras, encontramos: 
Un elenco explosivo y apasionado en su labor coral, con trece actores que hacen -literalmente- de todo y en el que se anhela que tome la palabra Paula Iwasaki, actriz que encarna a la Julí de la pareja protagonista, y a la que da gusto oír. 
Una escenografía a la que no se le puede sacar más juego, planteada como dos muros enfrentados que representan las casas y negocios de las dos familias enemigas y con una plataforma giratoria central que es punto de encuentro, escenario discotequero, altar, y lo que se tercie. 
La recuperación de las fiestas barrocas del siglo de Oro, salpicadas aquí con temazos clásicos de la canción italiana (Franco Battiato, Renato Carosone, Domenico Modugno, Mina…) en directo, tan pegadizos como el espíritu festivo que imbuye toda la peripecia y del que es difícil no contagiarse. 


Una escena de Castelvines y Monsteses (Foto de Bárbara Sánchez Palomero)

Todos los ingredientes que esperamos se saborean con gusto (su mascarada, sus confidencias entre los grupos de chicas y de chicos, su escena del balcón, su reyerta, su boda clandestina, su resurrección en la cripta -aquí una fría morgue por cuyos nichos trepan los mozos-), pero también otros muchos que resultan nuevos, como la inclusión de ilusiones ópticas (¡magia!), o la actualización conceptual de los entremeses que solían acompañar los entreactos de las comedias áureas: las dos breves pausas se aprovechan para destapar divertidos guiños de dirección.


Una escena de Castelvines y Monsteses (Foto de Bárbara Sánchez Palomero)

La algarada es refrescante, no se ajusta a ningún corsé, tiene originales hitos de puesta en escena (como la audaz forma de integrar la situación pandémica actual), y quizá acierta menos en cuanto a los recortes dramatúrgicos; el verso lopesco queda por momentos en entredicho entre tanta fastuosidad coreográfica, exceso de acción y despliegue de montaje. La escena que más conmueve, es también la más calmada, la del encuentro nocturno de los amantes en el huerto, donde el lirismo consigue volar más allá de las líneas-tapias paralelas. Quizá menos canciones y más verso para rodar redonda. También parece mejor afinada en el inicio y al final que en el desarrollo central de la historia. Y se echa en falta algo más de luz frontal para apreciar la expresión de los rostros.


Una escena de Castelvines y Monsteses (Foto de Bárbara Sánchez Palomero)

Orientada mayormente a público joven, esta producción de Castelvines y Monteses parece una manera fantástica de desmitificar a Lope de Vega y presentarlo ligero y asequible a las nuevas generaciones sin la carga que a veces aún se desprende de las exigencias curriculares académicas. Unos mil jóvenes estudiantes de bachillerato han asistido en grupo a ver la función y han trabajado en sus aulas durante la última parte del curso con el excelente playbook (cuaderno pedagógico), que facilita la CNTC, para un mejor aprovechamiento de la experiencia teatral por parte de los chavales.


Cartel de Castelvines y Monteses

La obra se estrenó el pasado otoño, hizo gira antes de su temporada en el Teatro de la Comedia, y después de las funciones en Madrid recalará en múltiples ciudades de la geografía nacional, pasando por algunos de los principales festivales de teatro clásico, hasta mayo de 2022.

CASTELVINES Y MONTESES

Co-producción: CNTC y Barco Pirata Producciones Teatrales
Reparto: Aitor Beltrán, Andreas Muñoz, Xoel Fernández, Paula Iwasaki, Óscar Martínez, Xabi Murua, Natxo Núñez, Maria Pascual, Gonzalo Ramos, Julia Roch, Cintia Rosado, Ignacio Rengel, Almudena Salort
Dirección y adaptación: Sergio Peris-Mencheta
Versión: Sergio Peris-Mencheta y José Carlos Menéndez
Dirección musical : Joan Miquel Pérez
Dirección vocal: Ferran González
Coreografía: Xenia Reguant
Diseño de escenografía: Curt Allen Wilmer (AAPEE) con estudioDedos
Diseño de iluminación: Valentín Álvarez (A.A.I)
Diseño de vestuario: Elda Noriega (AAPEE)
Asesoría de verso: Pepa Pedroche
Próximas Funciones: Consultar enlace
Duración: 2 horas 15 minutos aprox.
Edad recomendada: A partir de 14 años

viernes, 4 de junio de 2021

Fértil, amable, divertida, profunda: La Rous desenreda sus HILOS en Madrid

Madejas, bovinas, carretes, agujas de tejer, guitas de diferente grosor, una rueca gigante... Rosa Díaz, creadora albaceteña alma mater de La Rous (Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud) lleva al extremo en Hilos el símbolo que da título a la función. Insuflado por la madre de la artista, el espectáculo deleita y enternece a mayores y pequeños desde que se estrenó en 2016. Una única actriz multitarea preña la escena en esta reflexión transgeneracional sobre los lazos familiares, el legado de nuestros mayores, y los caminos que se abren desde el seno del hogar. Hilos juega en la liga de la excelencia, elevando a la categoría de maravilla el teatro para público familiar que se viene haciendo en nuestro país.

Imagen de Hilos, de La Rous

Rosa Díaz se vale del recuerdo de su madre, Adolfina, mujer de increíble fortaleza (a la que diagnosticaron que no podría tener hijos, ¡y sin embargo parió 14!), para hablar sobre los vínculos familiares y emocionales que vamos entretejiendo a lo largo de nuestra vida. Un guión entrañable, una ristra de bellísimas y poéticas escenas en las que exhibe numerosas técnicas (teatro de objetos, sombras, clown, danza, malabares, e incluso auténticos números de magia), junto a un excepcional dominio del espacio escénico, convierten la propia historia familiar en una encantadora fábula.


Imagen de Hilos, de La Rous

Las dificultades de la conciliación y la crianza se deslizan en una tronchante escena en que la actriz interpreta a la madre como una payasa desbordada que va tirando de distintos hilos y encontrando/dando a luz así a sus 14 hijos, -cada uno representado por una madeja de lana de distinto color-, que lloran, maman, se despiertan, se le caen... ¡Cómo dar abasto con esta familia numerosa!

"Venimos al mundo unidos por el cordón umbilical que nos entrelaza de una manera única a nuestra madre, pero, ¿qué pasa luego con ese hilo? El cordón se corta al nacer, pero el vínculo que se crea entre ambas partes, como un hilo invisible, permanece vivo".

Imagen de Hilos, de La Rous

Lo que parece difícil y aparatoso en escena, por el uso de múltiples detalles y artilugios de utilería, La Rous hace que a la vista parezca sencillo y natural: una montaña de cáscaras de pipas, un árbol de Navidad apenas sugerido con una cuerda y siete puntas, un tendedero de pañales interminable, un gran carrete de hilo que se torna carrito de bebé, un misterioso telar-cortinilla que muestra y esconde...

Geniales son también el encuentro onírico entre sus padres, que culmina en boda, o el momento mecanográfico -ese repiqueteo agitado de unos dedales rojos sobre una caja de madera-, en el que la protagonista cuenta cómo fue su primer trabajo (o su primer viaje lejos de su madre...), para acabar volviendo a sus brazos.

Imagen de Hilos, de La Rous

"Mi madre pasó su vida en una cuerda floja 
haciendo equilibrios 
entre lo que quería, lo que hacía, lo que podía, lo que soñaba..."

El magnífico uso de proyecciones con imágenes del recuerdo familiar, y un cuidadísimo espacio sonoro compuesto principalmente por temas clásicos de la canción francesa e italiana -que debieron ser los temas favoritos de esa súper madre a la que se homenajea-, redondean un espectáculo de una factura impecable. En su palmarés destacan el Premio FETEN a la mejor interpretación y dramaturgia (en colaboración con Itziar Pascual), y el Premio Lorca de Teatro Andaluz.


HILOS

Producción: La Rous Teatro y la Agencia Andaluza De Instituciones Culturales
Dirección: Joan Font y Rosa Díaz
Dramaturgia: Rosa Díaz e Itziar Pascual
Actriz: Rosa Díaz
Diseño de escenografía: Davide Scatá
Vestuario: Laura León
Diseño de iluminación: José Diego Ramírez y Juan Felipe Tomatierra
Género: Técnica mixta
Lugar: Auditorio del Espacio Abierto Quinta de los Molinos
Funciones: 5 de Junio a las 18 h. y 6 de Junio a las 12:30 h.
Lugar: Centro Dramático Nacional (Sala Francisco Nieva)
Funciones: 12 y 13 de Junio a las 11 h. y a las 13:30 h.
Duración: 60 minutos aprox.
Edad recomendada: A partir de 7 años

jueves, 13 de mayo de 2021

La magia de los títeres se instala en Madrid: Alcorcón acoge la primera escuela especializada de España

El Centro Internacional del Títere echará a andar a finales de año

La 30ª Feria Europea de Artes Escénicas para niños y niñas (FETEN) ha sido la plataforma de lanzamiento de un ilusionante proyecto pionero en nuestro país: el Centro Internacional del Títere, un espacio innovador de formación, exhibición e investigación dedicado íntegramente al arte de las marionetas. El centro, con sede en la localidad madrileña de Alcorcón, tiene previsto iniciar su actividad en diciembre de 2021. En un acto organizado en la Escuela de Comercio de Gijón que se ha retransmitido vía streamingIsis Abellán y Juan Muñoz, impulsores del proyecto desde la Fundación el Arte del Títere, han explicado sus líneas básicas de acción. La presentación se abría con una performance a cargo del veterano titiritero de La Tartana, con su alter ego en miniatura como protagonista.


El teatro de títeres y objetos vive un momento vibrante. A la rica tradición de teatro de títeres de nuestro país se le suma la eclosión de propuestas escénicas contemporáneas que incorporan títeres y objetos, el interés de los programadores en esta disciplina, y la internacionalización de las compañías españolas, cuyo trabajo con las formas animadas traspasa fronteras. El momento dulce que atraviesa el teatro de títeres, visual y de objetos contrasta con la ausencia de espacios que acojan de manera integral las vertientes en las que puede desarrollarse esta disciplina. El Centro del Títere viene a cubrir ese hueco; tras varios años de gestación, el proyecto se hará realidad en diciembre de 2021.

Apoyo institucional 

El Ayuntamiento de Alcorcón es -de momento- el principal promotor público. Ha cedido como sede un espacio municipal céntrico y accesible que se va a destinar exclusivamente al desarrollo del proyecto, y asumirá los gastos corrientes del edificio. Está situado muy cerca del Teatro Buero Vallejo, con el que se pretende coordinar actividades diversas en torno al arte del títere, aprovechando la plaza-jardín colindante y bajo el amparo de la Concejalía de Cultura. La coordinadora de cultura, participación y mayores del Ayuntamiento de Alcorcón, Cristina Ramírez, cree "imprescindible" colaborar con fundaciones privadas que tengan vocación de servicio público, y califica el proyecto de "único, singular y pionero en nuestro país". Apuesta por que el Centro del Títere "va a generar sinergias y redes que darán impulso a un fuerte desarrollo cultural". 

Actualmente están abiertas las conversaciones para que el Ministerio de Cultura y la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid se impliquen como patronos en la Fundación El Arte del Títere, y también se está trabajando para contar con el apoyo presupuestario de Europa Creativa.


Título de Especialista en  Teatro de Títeres y Objetos: la unión del arte dramático y las bellas artes

En el centro se impartirá una formación estable de dos años orientada a la obtención del Título de Especialista en Teatro de Títeres y Objetos. Juan Muñoz, fundador de la compañía La Tartana (con casi 45 años de andadura en las tablas) sostiene que "al mundo del títere hay que buscarle el sitio que se merece de verdad", y destaca la importancia de la formación: "Están las Escuelas de Arte Dramático, el recorrido de Bellas Artes..., pero no hay una especialidad que sume a las dos. Creemos que es el momento de reivindicar esa unión". "No se puede empezar de cero cada vez que nuevos titiriteros entran en este mundo maravilloso", desliza.

Para Muñoz es esencial además ofrecer un laboratorio donde disponer de unas herramientas básicas para experimentar con las distintas técnicas de construcción y manipulación de los muñecos, así como un espacio en el que dar a conocer el trabajo de los grandes maestros. Apunta que la experiencia de la localidad francesa Charleville-Mézières, célebre por su festival de marionetas, sirve de inspiración al centro madrileño.


Las seis claves del proyecto 

El centro se va a articular en torno a seis ejes:

Exposiciones: exposición permanente de La Tartana que recoge el universo de esta compañía histórica con más de cuarenta años de trayectoria. Además, el centro acoge exposiciones temporales de creadores nacionales e internacionales, clásicos y vanguardistas, atendiendo a las diversas técnicas de este rico arte.

Escuela: formación profesional regular de dos años de duración para convertirse en un especialista en teatro de títeres y objetos (el fin es lograr que este título sea reconocido como oficial) El centro también ofrece talleres intensivos para profesionales y público en general.

Centro de documentación: dispone de un archivo para consulta y estudio del teatro de títeres.

Laboratorio: programa de residencias artísticas acompañadas con convocatoria abierta durante todo el año.

Divulgación: desarrollo de actividades para la divulgación del arte de la marioneta.

Sala de exhibición: la sala Polichinela es un espacio polivalente de exhibición de espectáculos.


En España existen otros centros especializados en el mundo del títere, como el Topic de Tolosa o el Centre de Titelles de Lleida, que comparten objetivos como la divulgación, la exposición, o la producción de espectáculos y actividades de dinamización sociocultural, pero no disponen de programas de formación en este campo de manera estable y reglada.

martes, 11 de mayo de 2021

OVIDIA, de La Société de la Mouffete: títeres de mayores para tratar la asepsia emocional de la sociedad

De cuando en cuando algún festival o centro cultural con ojo y fortuna rescata de su letargo a Ovidia, una insólita apuesta de teatro de títeres, plato de repertorio de la compañía La Société de la Mouffete, afincada actualmente en Madrid, aunque se gestó en Bruselas. En esta ocasión la hemos cazado en el auditorio de Espacio Abierto Quinta de los Molinos, tan propio para formatos de tamaño medio, como es el caso. Hace ya siete años de su estreno en la desaparecida sala Kubik Fabrik, y los corazones en tránsito de sus personajes marginales siguen resurgiendo y provocando asombros. Se trata de un cuento para mayores (a partir de 13 años) de ambientación sórdida y poética expresionista, que indaga en la inadaptación social con tintes de humor negro.

Un momento del espectáculo Ovidia

Cuando asistimos al teatro, solemos acudir con cierta expectativa. En esta función da igual haber leído previamente la sinopsis: lo que va sucediendo no se ve venir; todo resulta turbador, excitante, soberbio. Ya venimos advertidos de que Ovidia y Sr. Topo son gemelos anómalos, habiendo nacido ella con dos corazones y quedando él en la más pura apatía emocional. Ovidia sería una PAS (persona altamente sensible) aquejada de una vulnerabilidad extrema, por lo que vive apartada de la sociedad, huésped de un decadente motel de carretera, un lugar perdido en medio de la nada. Su hermano sin corazón arrastrará una inevitable falta de empatía que le incapacita para relacionarse con el medio y sus semejantes por los motivos opuestos. Cada noche a ella le asalta un delirio recurrente en el que ambos retornan al estado fetal en que se encontraban en el útero materno, donde sí eran felices, momentos que alcanzan una extraña fascinación poética en escena. El tercero en discordia es Sr. Sapo, el trastornado dueño de la inhóspita pensión, que mantiene con Ovidia una enfermiza relación de dependencia. Su inclinación obsesiva por atrapar a un intruso confiere ritmo y precipita la acción.

Un momento del espectáculo Ovidia

La trama evoluciona hacia el thriller tanto en lo temático (hay suspense, crímenes por resolver, persecuciones...), como en lo formal, en una sutil traslación del lenguaje del cine a la escena. Por un lado vemos el plano general del motel donde transcurre la acción exterior, ingenio escenográfico móvil -inspirado en las maquetas de la artista americana Tracey Snelling-, que apunta escorzos, sombras y contrapicados bajo luces de neón. Los personajes a esta escala son muñecos de trapo neutros, inquietantes alusiones al vudú. 

Por otro lado, nos colamos en la intimidad de las habitaciones, planos medios montados sobre el tejado del edificio: la anticuada recepción con radio setentera, timbre de mano y tapicería de skay por donde deambula el Sr. Sapo, y el dormitorio, que es a la vez refugio y cárcel de Ovidia. Aquí se recrean las rutinas de los personajes, grotescos títeres de madera tocados por tres manipuladores que intervienen en la historia en segura sincronía. Más volcados en el decir gestual que en el verbal, Esther d’Andrea, Lucas Escobedo y Vera González convierten ese feísmo sucio que habita detrás de los umbrales, que de corriente no se muestra, en sustancia extraordinaria.

Un momento del espectáculo Ovidia

En lo estilístico, la propuesta tiene vetas de algunas pelis de Tim Burton o Jean-Pierre Jeunet; el acento internacional de fondo en los noticiarios y la selección musical traen ecos de Les triplettes de BellevilleMención de honor merece el diseño de espacio sonoro, un magma riquísimo en matices que va tiñendo la atmósfera sin que apenas lo advirtamos.

Desde lo sórdido y lo macabro, coqueteando con el terror psicológico, se plantea una reflexión sobre la crudeza de la soledad, sobre las dificultades de integración social de quienes viven en los márgenes, y también sobre la toxicidad de las relaciones, las dependencias emocionales y la liberación que supone derribarlas. Quién diría que se pueda plantar cara a temas tan peliagudos a través de la narrativa objetual.

Un momento del espectáculo Ovidia

En España no hay tradición titiritera para público juvenil y adulto como sí ocurre en otros países europeos; el género sigue muy asociado a la niñez y rodeado de prejuicios de infantilismo y simpleza a ojos ajenos al sector, por lo que se hace necesario apoyar la producción y exhibición de propuestas potentes, con altura de miras, orientadas a esa franja de edad que a priori no se sentiría atraída por un espectáculo de títeres. En este sentido, Ovidia es un ejemplo que asume riesgos sin indulgencia y los vence de manera sobresaliente.

Un momento del espectáculo Ovidia

Provocadora y audaz, cuidada al detalle y casi insolente en su pericia técnica, Ovidia se degusta con una mezcla de fruición y desasosiego. Tras el impactante giro final, deja abiertas algunas incógnitas que se prestan a la suposición y al debate, cuando ya lo de menos es encajar las piezas, y lo de más, lo que queda, es una privilegiada sensación de regocijo y maravilla.

OVIDIA

Producción: La Société de la Mouffete (laboratorio teatral)
Dirección artística: Vera González
Dirección manipulación: Javier Jiménez
Actores marionetistas: Esther d’Andrea, Lucas Escobedo y Vera González
Creación de marionetas: Gavin Glover y La Société de la Mouffete
Escenografía: Molina FX y La Société de la Mouffette
Diseño de iluminación: Juanjo Llorens
Diseño sonoro: Iñaki Rubio
Vestuario: Ana López
Género: Teatro de títeres y objetos
Próxima Función: 4 de julio en el Auditorio Carmelo Gómez de Sahagún (León)
Duración: 1 hora
Edad recomendada: A partir de 13 años

miércoles, 21 de abril de 2021

NIYAR - A paper tale: Un poema visual envuelto en papel de regalo

Lo que vimos el pasado fin de semana en Espacio Abierto Quinta de los Molinos no sabemos aún si era una pieza teatral o una ensoñación. NIYAR - A paper tale, se apareció ante los ojos como un poema tridimensional, un libro deconstruido, una suerte de pop up informe que despega la imaginación usando el papel como material escénico. Todo es levedad y encanto en un primoroso ejercicio de papiroflexia donde los bordes de la realidad se difuminan.

La directora de Espacio Abierto, Beatriz de Torres, no ceja en su empeño de rescatar preciados tesoros y descubrirlos para las familias de Madrid, y ha vuelto a traer a este auditorio a la artista de origen judío Maayan Iungman, formada en Berlín y residente en Burdeos. Profesional de distintas ramas del arte escénico (escenografía, actuación, títeres...), ha ido inclinando su carrera hacia el teatro objetual. Empezó a jugar con el papel, curiosa por explorar sus límites. De esa investigación nacieron unas marionetas sin rostro ni color y la sustancia de una historia abierta, sin palabras, que se hace única en la mirada de cada espectador que la contempla.

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

Maayan Iungman es un hada fabuladora que condensa la belleza y el misterio de las musas griegas. Sus manos son como varitas mágicas que hicieran cosquillas con toques suaves. Se enfrenta a la página en blanco sobre un montículo de hojas arrugadas, nostálgico vertedero de todas las historias que no fueron: tachones, ideas desechadas por la propia autocensura, borrón y cuenta nueva. El papel, tan pobre, contiene paradójicamente la esencia del reciclaje, las infinitas posibilidades de la creación. El hada aún tirará una cuantas bolas hasta encontrar el primer brote del cuento, pero la espera merece la pena. Lo que ella siente -sus anhelos, frustraciones, su ánimo cambiante...- lo irá trasladando afuera mientras se muestra desnuda, toda piel envuelta en un vestido de pliegos sin planchar.

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

En un espacio pequeño de ambiente intimista asistimos al alumbramiento de un personaje que quizá fue lámina, pero ahora, recortado y solo, busca un compañero o compañera de camino... Es exigente y no le vale cualquiera, pero afortunadamente existen los milagros. Como una extensión de Maayan, arropadas por delicadas melodías, figuras inciertas se deslizan gráciles entre un paisaje de capas y sobrecapas por levantar. Sin saber bien cómo, se ha desplegado un mundo de ecos surrealistas que desafía la consistencia de nuestras creencias.

El estatismo de la actriz se compensa con la movilidad del decorado, donde siempre aguarda otra sorpresa: de la mesa de manipulación surge un vergel, una flor que baila (¿o era una seta?); de su cielo descienden nubes, el sol, un corazón (¿o era un huevo?) Y lluvia de confeti, soplidos de talco, leves pases de página con luz intraescénica. Fantasía blanca apenas manchada por el detalle de una flor tintada en vino. Nos queda la curiosidad de ver cómo funcionaría la proyección de colores en tanta superficie clara. 

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

La ilusión pende aquí -literalmente- de un hilo. Como un mago de Oz oculto tras la caja negra, el técnico auxiliar, Philipp Rückriem, facilita los asombros. Al fondo de la sala, una señora musita: "¡Mira!, una lámpara", y oímos a una niña contestarle: "¡No, abuela, son pájaros-luciérnaga!". Una nueva y enternecedora visión del retablo de las maravillas.

En su último trabajo, Boxes, Maayan Iungman sustituye el papel por otro material inusual: las cajas de cartón. Quizá, con suerte, podamos pronto adentrarnos en ellas.

Un momento del espectáculo NIYAR. A paper tale

NIYAR - A paper tale

Creación e interpretación: Maayan Iungman
Segundo titiritero y técnico: Philipp Rückriem
Diseño de música y sonido: Thomas Moked
Diseño de iluminación: Anna Lienert
Vestuario: Chantal Kirch
Género: Teatro de objetos y marionetas de papel
Lugar: Auditorio del Espacio Abierto Quinta de los Molinos
Duración: 40 minutos
Edad recomendada: A partir de 5 años

martes, 20 de abril de 2021

Ikimilikiliklik (Mi pequeña), de Marie de Jongh: el cuento de una bruja buena que conjuró sus miedos

"La humanidad siempre ha tenido miedo de las mujeres que vuelan.
Ya sea por brujas o por libres"  (Jacub Rozalsky) 

Pronunciemos juntos el conjuro: ¡Ikimilikiliklik! Si se dice bien a la primera, los niños que fuimos vendrán al presente, y los niños que son se quedan para siempre. El último montaje de la reconocida compañía vasca Marie de Jongh, (Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2018), es un cuento engarzado de otros cuentos sobre cómo nos enfrentamos a nuestros miedos y sobre la necesidad del afecto. Inocente y fantástico aquelarre que convoca a niñas, niños, adultos y bichos por el poder de la superación.

Un momento de la obra Ikimilikiliklik, Foto de Pio Ortiz de Pinedo

Vimos Ikimilikiliklik (Mi pequeña) al cierre de Teatralia, en una función que lució esplendorosa en los Teatros de el Canal, en esa Sala Verde tan idónea para contar una historia de brujas. Es la primera vez que Marie de Jongh presenta una propuesta no gestual, lo que supone un importante reto para la actriz principal, Ana Meabe, en su primer papel con texto desde el nacimiento de la compañía -allá por 2008- según nos apuntaba el director, Jokin Oregi, con quien tuvimos ocasión de charlar un rato a la salida. La fundadora de MdJ lo defiende con la templanza que da la madurez y el entusiasmo de quien no ha dejado de jugar en todo este tiempo.

En escena, una mujer acompañada de la niña que fue, lo cual ya descoloca y engancha. Martirio se presenta como la confluencia entre el mar y el río, transmutando el matiz negativo a otro plano de significación. Ya no parece un nombre de bruja. Como una especie de Pandora, deja escapar sus miedos, una confesión de fobias (a la oscuridad, a los accidentes, a los dolores de tripa, de muelas, a la desprotección...) que a cualquiera nos toca. A lo largo de la obra veremos cómo muchos de los miedos que tenemos en la infancia nos acompañan a veces hasta que somos mayores, cómo los superamos, e incluso qué podemos aprender de ellos. Revivirlos, mirarlos de cerca, y así trascenderlos, hasta que la muerte dé risa. Para alcanzar esa catarsis, Martirio se desdobla en dos edades, adulta y niña, trayendo al presente a su yo del pasado, interaccionando ambas a la vez. Privilegios que brinda el teatro.

Un momento de la obra Ikimilikiliklik, Foto de Pio Ortiz de Pinedo

La propuesta entronca con la tradición oral de las leyendas y los cuentacuentos tan propia del norte de España. Recuerdos, cantos y fabulaciones urden y dan sustento a la trama principal. Todo un corpus narrativo calibrado con justas dosis de acción y teatralidad. Se deshilan historias como la de la tía Vicenta, que llegó a enfrentarse con el mar para proteger a su padre pescador; oímos ecos del monstruo del lago; descubrimos lo que ocurrió cuando la pequeña Martirio robó a un vendedor ambulante una pócima quitamiedos; el caso de los bichos prendidos en la punta de la nariz (momento clownesco de lo más cómico), y de cómo una pequeña araña creció y creció hasta convertirse en su mejor amiga. 

Martirio es una mujer poco corriente y acabará señalada por los habitantes del pueblo. Se ha corrido la voz de que es una bruja, e incluso un día la sorprende en su casucha un cazador con intención asesina. La obra trata de desmontar prejuicios, del sinsentido de juzgar a las personas sin conocerlas de verdad, y de cómo muchas veces la forma de derribar esas ideas preconcebidas es sencillamente escuchar sus historias. El beso de un niño romperá la maldición de la soledad y el aislamiento de la presunta bruja y la hará comprender que el amor es el mejor antídoto ante cualquiera de los males que nos acechan.

Un momento de la obra Ikimilikiliklik, Foto de Pio Ortiz de Pinedo

Las tres actrices se entregan valerosas al ritual. Ana Meabe compone un personaje con poso y entraña. Su escoba no vuela, pero no obstante, esta bruja buena se eleva en una irreverente letanía de empoderamiento en la que exhala flatulencias ante las críticas de quienes la rechazan. Amets Ibarra es una Martirio-niña resuelta, atípica, y sin exceso de candor. Maitane Sarralde borda literalmente su araña. Esta bailarina de contemporáneo y virtuosa acróbata ofrece durante toda la obra un trabajo físico sensacional. Afanada en una danza aérea con la que teje su tela en el armazón de la cabaña (trasto fundamental de la escenografía), despliega una estilización de movimientos que impacta y embelesa.

Ikimilikiliklik (Mi pequeña) se alzó en 2020 con el Premio FETEN al mejor espacio escénico. Y efectivamente, la concepción espacial y el lenguaje plástico son dos de sus principales atractivos. Hilos de lana gruesa y estructuras de metal simulan una red gigante en la que se van quedando atrapados los temores. Afinados diseños de iluminación y espacio sonoro dialogan para evocar una atmósfera mágica..., como en la escena del salvamento en el lago, o el singularísimo ruido de las patas de la araña al caminar. Y en fin, un muestrario de elementos alusivos al mundo de la hechicería: humo, tormenta, caldero de pócimas, invocaciones lunares... A todo ello se suma el sugestivo vestuario confeccionado con retales, transparencias, telas superpuestas y prendas abullonadas. En general toda la estética del montaje encaja en su original eclecticismo.

Un momento de la obra Ikimilikiliklik,
Foto de Pio Ortiz de Pinedo

Llegamos al final del cuento y la protagonista se sale en una agradecida apelación a nuestra niña interior. Momentazo cargado de emotividad, de los de agarrarse a la butaca entre lágrimas saltadas. Formidable función, excelentemente conducida, en la que pequeños y mayores se encontrarán disfrutando de lo mismo, como en las verbenas de pueblo. 
Con el lema "teatro de adultos para niños y teatro de niños para adultos" por bandera, Marie de Jongh se ha convertido en una institución en el panorama de la artes escénicas para todos los públicos, y mientras varios de sus multipremiados espectáculos siguen girando (Amour, Izar...), ensayan ya el próximo: AMA, orientado esta vez a espectadores a partir de doce años, donde retoman el trabajo con máscaras. Tiene previsto su estreno el 26 de febrero de 2022 en Barakaldo.

 

IKIMILIKILIKLIK (Mi pequeña)

Producción: Compañía Marie de Jongh
Autoría y dirección: Jokin Oregi
Intérpretes: Ana Meabe, Amets Ibarra y Maitane Sarralde
Diseño de escenografía: Ikerne Giménez
Diseño de vestuario: Rosa Solé
Diseño de atrezo: Javi Tirado
Creación musical: Adrián García de los Ojos
Diseño de iluminación y dirección técnica: Javi Kandela
Diseño gráfico: Ane Pikaza
Próximas Funciones:
28 de mayo en Mostra de Igualada (Barcelona)
5 de junio en Arenas de San Pedro (Ávila)
13 de junio en Soraluze-Placencia de Las Armas (Gipuzkoa)
20 de junio en Burgos
Duración: 50 minutos
Edad recomendada: A partir de 8 años

sábado, 27 de marzo de 2021

Andrea Díaz Reboredo: una entrevista en Silencio

Actriz, escenógrafa, directora de escena, artista plástica... Andrea Díaz Reboredo es una creadora integral; excepcional. Desde 2018 viene deleitando con su espectáculo M.A.R, donde lleva el juego objetual al límite descubriendo pequeños universos secretos a partir del espacio vacío. El boca a boca hizo que se convirtiera en una revelación, tras un rosario de éxitos y premios en festivales. Andrea encontró la llave y ahora presenta su nuevo trabajo, Silencio, coproducido en residencia por el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque y el Festival Temporada Alta de Girona. 

En la obra confluyen dos poéticas: la manipulación de objetos y la lengua de signos, que se vierten en una mesa-límite planosecuencial. La acompaña en el cenáculo Miriam Garlo, intérprete sorda de gran potencia expresiva, en un alegato reivindicativo sobre la necesidad de acercar y entenderse ambos mundos (el que oye; el que no) Hermanas de gesto, transitan el pulso pausado de la contemplación, a la que nos llaman.

Andrea mira serena y habla dulce. Se deshace la trenza, extiende las manos, y lanza preguntas al aire: ¿Cómo es tu silencio?, ¿cuántas veces miras por la ventana al día?, ¿se puede pensar en el futuro viviendo en un lugar donde no se ve el horizonte...? Y el eco le devuelve otras...


     ¿De dónde partes para crear Silencio, cuál fue la génesis de esta pieza?

El origen de una obra es siempre un cúmulo de varias circunstancias. Silencio surgió a raíz de una función de nuestra obra M.A.R en el Espacio Abierto de Madrid, en la cual contamos con una intérprete de lengua de signos. Durante la obra ocurrieron algunos encuentros inesperados entre las manos de la intérprete y las mías. La imagen de nuestras cuatro manos comunicando(se) en dos lenguas diferentes -los signos y los objetos- inició el camino hacia esta nueva obra. Esa misma tarde me reencontré con Miriam Garlo, una antigua amiga de la facultad de Bellas Artes, que inmediatamente pasó a ser la otra mitad fundamental de Silencio. Por último, aconteció la pandemia; el encierro en casa y la relación con la ventana como punto de fuga desde el cual observar el mundo, más allá de nosotras, tan lleno de vida, acabó por nombrar a este nuevo viaje: Silencio

En los textos que ofrecéis sobre la obra, hablas de “aprender a parar”, de “descubrir la lengua de aquello que habla sin palabras”. En medio de la vorágine en la que a veces nos vemos inmersos, ¿cómo podemos parar para reparar?

Parar es un acto muy sencillo para cualquier ser vivo, menos para el ser humano. Para nosotros que nos hemos educado en un sistema basado en la competitividad y el progreso, supone una decepción social y un fracaso personal. Como si no pudiéramos parar hasta “ser alguien”, “llegar a algo” o “cumplir metas”. Sin embargo, la verdadera felicidad está en las cosas pequeñas. En aquellos momentos cercanos a la gente y a las cosas, en las pausas, los descansos... Incluso en la tierra, porque somos también animales y no es casual que en nuestras vacaciones busquemos el paisaje y acudamos al mar, a la montaña o a los ríos. Y parar, tiene mucho que ver con dejar de escucharnos, y escuchar. Para mí, la pandemia supuso una oportunidad para ello. Puede resultar paradógico que un suceso tan sobrecogedor y cruel, pueda tener una consecuencia tan luminosa. En mi opinión, la pandemia llamó a nuestras puertas con esa tarea; detenernos y preguntarnos “cómo seguir” y “qué cambiar” para colaborar con un futuro tan incierto. Y la respuesta estaba al otro lado de la ventana. Mientras esperábamos dentro de nuestros hogares, fuera, la primavera despuntaba llena de vitalidad. Y la vida seguía, con o sin nosotras. El consuelo, en mi caso, fue comprender que somos también parte de ese paisaje. Y que necesitamos poco para ser felices. “Avanzar al ritmo de los jardines”, sin prisa, preservando el entorno, cuidando a nuestros vecinos, generando redes de colaboración, siendo conscientes de los ciclos para preservar nuestro medio y no seguir destruyéndolo. Parar, para que la aceleración tome otro rumbo. Y dar lugar a conceptos como la sostenibilidad, la colaboración, la escucha, los cuidados, la paz…

En este momento social en que hay tanto ruido, tantas distracciones…, ¿cómo se investiga el silencio para convertirlo en materia escénica?

Efectivamente estamos trabajando con conceptos muy frágiles. El silencio, la espera, la escucha…, requieren de otro tiempo. Tanto para Silencio como con M.A.R, el proceso de creación aconteció fuera de la ciudad, en espacios de creación ubicados en lo rural, donde podíamos trabajar desde una escucha más profunda. Pero el silencio es más que la oposición al ruido. Son términos intangibles que pueden ser positivos o negativos al mismo tiempo. En nuestro caso, es más una necesidad que una idea. Hace poco me pregunté: “¿por qué el silencio?” y escribí “por regresar a algún lugar, a algún refugio.

Me gustaría que compartieras cómo descubriste la teatralidad de los objetos, ¿cómo surge en ti la necesidad de contar historias mediante este lenguaje?

Mi relación con los objetos y los materiales viene desde pequeña, como nos ocurre a todas las personas: jugando. Tuve la suerte de tener una infancia muy volcada en el juego. Seguramente esa relación con los mundos que surgían de mis manos me llevó a estudiar Bellas Artes. Inicié mi carrera como fotógrafa y dibujante. Luego llegué a la escultura y fue allí donde los objetos reaparecieron en mi vida. Empecé a construir con ellos, a manipularlos. No fui capaz de presentar nunca una obra plástica independiente a mí. Mis instalaciones pedían de cuerpo, de luz, de música y de palabra. Ya había llegado al universo escénico sin ser consciente. Y también por intuición busqué becas en México y Colombia donde las Bellas Artes involucran otras disciplinas más allá de la plástica. Así pude estudiar Historia del Teatro, dirección, interpretación… etc. Al regresar a España, ocurrió algo importante y mágico: se cruzó en mi camino Xavier Bobés. Al ver su trabajo, reconocí cosas que me interpelaban. Xavier significó una puerta a lo que llaman “teatro de objetos”, un maestro y un gran amigo. Gracias a su apoyo y acompañamiento, M.A.R fue mí primera obra con el sello de “objetual”. Desde entonces, el teatro de objetos ha significado un ancla al que agarrarme y desde el cual pensar con claridad mis creaciones.

¿Qué crees que aporta este nuevo montaje en relación al anterior, M.A.R?: ¿supone una evolución, sigue la misma línea de trabajo centrada en lo objetual, o abordas caminos distintos?

Silencio significa dar continuidad a una investigación que parte del objeto y la manipulación, como en M.A.R, pero que involucra otras cosas que quería explorar, como el cuerpo (que tuviera presencia más allá de las manos que manipulan), la distancia (un formato no íntimo sino lejano, que nos forzara a llevar el objeto al cuerpo para ser visto) y la lengua de signos. Yo pensaba que iba a ser una obra muy objetual pero, curiosamente, al explorar el mundo del silencio, la propia obra nos empezó a pedir prescindir de ellos y acercarse más al vacío. Incluso a lo inmaterial. También fue una sorpresa que hubiera palabra. Yo buscaba alejarme de ella, pero no era consciente de que, al introducir la lengua de signos, el lenguaje cobraba un papel fundamental para guiar el discurso. Ahora, nos encontramos en un momento donde el vínculo entre cuerpo, palabra y signo ya están asentándose y los objetos pueden empezar a emerger, casi como pequeñas ensoñaciones o apariciones, sobre lo escrito, para acabar de resignificar todo. Es un trabajo de paciencia, confianza y largo recorrido. Pero que nos dará frutos para complejizar este lenguaje mío que va más allá del objeto. Pero que nace y vuelve siempre a él.


¿Qué posibilidades artísticas contiene la lengua de signos?

La lengua de signos tiene infinidad de posibilidades artísticas y humanas. Por ser visual, porque implica mirarse a la cara, por ser sincera en cuanto a que no tiene tantos dobleces y segundos significados como la lengua oral, por ser una danza de las manos en el aire…, porque agudiza la mirada e invita a comprender, más allá de los signos, cómo se expresan los cuerpos. Y porque podría ser una lengua universal, más allá de las palabras. 

Al ver M.A.R era inevitable la sensación de estar asistiendo a una ceremonia, de recuperar la ritualidad del teatro… Tú que le das tanta importancia al valor simbólico de los gestos, ¿tienes alguno especial antes de salir a escena, algún ejercicio de calentamiento de manos, alguna encomienda…?

Para mí es muy importante empezar la obra pensando desde el cuerpo. Por eso necesito un calentamiento físico previo donde puedo sentir mi respiración, mis articulaciones, y conectar con mi movimiento. Ponerme en un estado físico de alerta y percepción. Estar preparada y saber que mi cuerpo estará allí acompañándome para reaccionar desde su conocimiento cuando ocurra lo imprevisible. 

Tus propuestas requieren cercanía, intimidad…, ¿ha influido el confinamiento, la obligada distancia social, en el rumbo que ha ido tomando el espectáculo?

Por supuesto. Hemos tenido que alejar al público de la mesa de manipulación de M.A.R, y adaptar algunos momentos de la obra a la situación. Perdemos cercanía entre los cuerpos y echamos de menos no ver con tanta claridad los rostros de quienes nos acompañan. Aun así, M.A.R ofrece una interpelación directa con el público, y eso, no lo hemos perdido. Por lo que sigue existiendo la sensación de estar en casa.

Silencio es diferente. Esa distancia es buscada. Quizás la pandemia haya influido en esta decisión, pero también es posible que después de una propuesta tan íntima como M.A.R, me interesara explorar un formato diverso. Es un riesgo por supuesto, y aún estamos observando cual es la distancia real de esta obra. Pero para mí era importante la idea del paisaje, y por eso Silencio es una gran mesa de seis metros de manipulación que el público puede observar como la línea de un horizonte. Todavía estamos lidiando con las incógnitas y desafíos que nos ofrece este formato. Pero con M.A.R ocurrió lo mismo, tuvimos que ir ajustándonos a la presencia tan cercana del público hasta que ello comenzó a significar. Tan sólo el tiempo y el rodar de la obra junto al público acabará de dar a Silencio su forma final.


Dices que juegas a crear micromundos, como en la infancia… ¿Se trata de una forma de integrar la mirada de los niños?

Sí, como comentaba antes, lo objetual nos remite siempre a esa relación con el juego de nuestra infancia. Cuando estoy sola en mi taller con los materiales, sigo jugando. Cuando vemos propuestas de teatro objetual regresamos, en cierto modo, a nuestra infancia. Pero “lo micro” está también en aquellos momentos donde surge un significado poético inesperado. Es como una chispa de ilusión volátil, ya sea con un objeto pequeño o grande. Y “los mundos”, en la poesía que rodea el trabajo objetual y la capacidad de transportarnos a esa ilusión. En Silencio estamos creando un macromundo, un paisaje, formado por pequeños instantes. Y no descarto en el futuro explorar las posibilidades de un espectáculo más específico para público infantil. 

Creo que hay un gran equipo de profesionales detrás de este proyecto, ¿qué facetas destacarías de ellos?

Sí, efectivamente somos un equipo grande. En primer lugar, la incorporación de Miriam Garlo [intérprete de LSE] en escena ha provocado que la historia que yo quería contar se viera afectada, positivamente, por la suya propia. Esto ha hecho que sea un proceso más complejo y de más incertidumbres. Además, por las dimensiones de la obra y, sobre todo, por los  tiempos de producción (dado que teníamos una fecha de estreno y muy pocas posibilidades de confrontación con el público debido al COVID), he necesitado apoyo de otras personas para abarcar todas las áreas. Esto hace que la producción pueda ser menos artesanal, pero por otro lado, es una oportunidad maravillosa de contar con la mirada de personas con mucho talento, aprender del trabajo de un equipo y descubrir y explorar cosas nuevas. Contamos con Miguel Ruz que es un mago de la luz, con Alba González como asistente de movimiento, que es algo que tenía muchas ganas de mimar, con Anna Domingo y CajaNegra para vestuario y asistencia de producción. Además del equipo de M.A.R que somos Xavier Bobés, Pablo Reboredo, Dani León y yo misma. 


Por último: Al leer sobre el espectáculo para preparar la entrevista, me venía a la cabeza este poema de José Hierro que habla de entenderse sin palabras: 

 Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras.
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.
Que tú me entendieras a mí sin palabras
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde.
[...]
Y ¿cómo saber si me entiendes?
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?
¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna,
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?
Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses.

¿Hay alguna conexión entre Silencio y estos versos?

Por supuesto que tiene que ver. Y te agradezco mucho el regalo porque no lo conocía y es precioso. El poema contiene imágenes que pertenecen al universo de Silencio. Momentos que he imaginado durante el proceso. Creo que en los momentos de mayor oscuridad es de donde pueden -y deben- surgir las ilusiones más fuertes. Aquellas ligadas a los cuerpos que se escuchan y se entienden solamente, al sol, al agua y al verde.

BIO

Andrea Díaz Reboredo es directora escénica, escenógrafa y artista plástica licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, la Academia de Bellas Artes de Florencia (Italia) y la Universidad UDLAP de Puebla (México). Es miembro de la junta directiva del Nuevo Teatro Fronterizo, presidenta de la Asociación Lavapiés Barrio de Teatros, directora del grupo de investigación plástica y escénica INVESTRO, y forma parte del colectivo escenográfico Espacio Telpa (España-Letonia). En 2017 creó la compañía M.A.R. a partir de su pieza homónima.

miércoles, 24 de marzo de 2021

VIDA, de Javier Aranda: una obra de arte del pulgar al meñique

Comenzaremos por el final: en una mesa negra acaban desparramados un revoltijo de retales de tela y lana, diversas piezas de atrezzo, instrumentos musicales de pega..., la trampa y el cartón. Y es que no hay más. Y no hay menos: realidad tan evidente como la magia. Vida es una producción de modestos mimbres, pero riquísima en originalidad, imaginación y franqueza. Cabe apenas en un canasto de costura (ése con el que el creador jugaba de niño, según nos desvela),  en una maleta, y logra que el corazón se ensanche. Una vez más, lo artesanal -y casi lo rústico- supera rotundamente cualquier alarde de medios. Con el recurso esencial de sus manos, el titiritero zaragozano Javier Aranda desnuda en Vida  la hondura existencial de toda la humanidad.

Un momento del espectáculo Vida, de Javier Aranda. Foto de Hugo Falcón

Llevábamos años persiguiendo esta obra que fue Premio FETEN al mejor espectáculo de pequeño formato en 2018, y por fin la pescamos, cuando se ha acercado un poquito al centro de Madrid: en la vallecana sala del Centro Cultural Pilar Miró, como una de las golosinas del festival Teatralia. Asistimos con fruición al devenir de una pareja de títeres de mano desde su nacimiento hasta la muerte, pasando por las distintas etapas de la vida: infancia, adolescencia, enamoramiento, paternidad, madurez. En los resquicios de estos lugares comunes es donde funciona la historia, porque lo que se cuenta es de verdad, y nos toca a todos por algún lado: pequeños, medianos, mayores. Increíbles requiebros de muñeca abundan con humor en el implacable paso del tiempo. Desternillante provocación ante la que no cabe la impasibilidad.

Un momento del espectáculo Vida, de Javier Aranda. Foto de Hugo Falcón

El hallazgo del globo para insuflar vida y altura no puede ser ni más tierno, ni más brillante. Con unas prótesis anulares Javier Aranda bosqueja narices, hendiduras de ojos y pezuñas para concebir unos personajes grotescos, singularísimos, de trazo expresionista, que se comunican con sonidos guturales y onomatopeyas, primero, en el descubrimiento de su propia identidad; después, en la relación con su semejante, con su creador, con nosotros, voyeurs perplejos. Aunque poco a poco irán emitiendo algunas palabras o frases hechas, de las de no dar puntada sin hilo, provocando la algarabía del auditorio. La partitura de voces y movimientos alcanza su cénit cuando coinciden tres personajes en escena y no hay manos auxiliares para manejarlos. Imaginamos al actor horas y horas frente al espejo ensayando cada mueca, giro, salto de sus monigotes para perfilar un trabajo de creación de personajes apabullante, partiendo de la absoluta nada.

Un momento del espectáculo Vida, de Javier Aranda. Foto de Hugo Falcón

Demiurgo cómplice de sus criaturas, aquí el titiritero no trata de esconderse, sino que participa de sus cuitas, inquietudes y frustraciones. La dulce condescendencia con que les mira, les susurra, les anima... es la de un padre con sus hijos en sus primeros tropiezos vitales. Asombra que utilice sus propias limitaciones a su favor, introduciéndolas en la trama. No importa si en algún momento se advierte el artificio o se rompe alguna convención; la dificultad de lo que se trae entre manos es obvia y forma parte del juego en el que ya hemos entrado de cabeza.

Vívida y fresca, da la sensación de que la propia función ha ido creciendo y se ha hecho a sí misma; quizá empezara de una forma y haya ido evolucionando con los años al contacto con el público... Y así, los títeres abren paso a las sombras, el ilusionismo, a los juegos de luz. Surge el deseo de asomarnos a la dramaturgia para diseccionar cada detalle de la trama, de que haya un bis o un segundo visionado, porque el prodigio sabe a poco.

Un momento del espectáculo Vida, de Javier Aranda. Foto de Hugo Falcón

Vida entreteje además un homenaje al oficio teatral, tanto por la vocación interpretativa de la protagonista femenina, como por los guiños al clown y a la tradición italiana de títeres de cachiporra, con un descalabrado ukelele como arma.

En este momento de sobreestimulación de imágenes y palabrería vana, parece difícil que una propuesta gestual tan sencilla pueda sorprendernos de verdad. Vida no sólo lo consigue, sino que es una de esas experiencias teatrales que no se olvidan. La exhibición de talento es brutal; la sucesión de genialidades de principio a fin es tal, que sólo cabe avisar: si descubren esta obra en cartel, vayan a verla, no duden. Henchida ovación final con público en pie, entusiasmado ante una función redonda, incontestable, que dará lustre a cualquier programación por méritos propios.

VIDA

Producción: Compañía Javier Aranda
Dirección: Javier Aranda con asesoría de Alfonso Pablo y Pedro Rebollo
Interpretación, diseño de escenografía, iluminación y sonido: Javier Aranda
Género: Teatro de títeres y objetos
Lugar: Escuela Navarra de Teatro (Pamplona)
Funciones:
17 y 18 abril a las 19 h.
Duración: 55 minutos
Edad recomendada: A partir de 9 años