miércoles, 3 de febrero de 2021

'A.K.A.': el nuevo Caperucito al que la loba embaucó

Causó sensación la pasada temporada en La Abadía y ha cosechado importantes reconocimientos, entre ellos el Premio Max a autoría revelación para Daniel J. Meyer, dramaturgo argentino afincado en Barcelona que, sorprendentemente, escribió el texto en una noche, del tirón. A.K.A. (Also Known As) vuelve a batallar hasta el 7 de febrero en el Teatro del Barrio, y esta vez, no se nos escapa. Monólogo hiperactivo orientado a público joven y familiar, reflexiona sobre la distinción entre la esencia y la apariencia, y aborda cuestiones como la propia identidad, la xenofobia y la conciencia de clase a ritmo de break, hip hop, techno y reguetón. ​¿Somos lo que sentimos que somos?, ¿o lo que la gente cree que somos?

Momento break-dance de A.K.A.

Un único actor (Lluís Febrer) se echa al lomo el conflicto: nos sumerge en el bucle de la adolescencia actual en la gran ciudad (cole, parque, viejos, la soledad del cuarto) a través de la mirilla confidente de una sesión de terapia. Armado apenas con un monopatín, una sudadera con capucha y un teléfono móvil, se asoma a las redes sociales y las apps de ligoteo envuelto en temazos de música urbana cuyas letras parecen formar parte del guión. Sutilmente nos va calando esa rutina machacona en presente continuo que conduce al relato del primer amor virtual/real. Podría ser el de cualquier quinceañero posmillenial, pero la singularidad de Carlos es que es un chico adoptado, con pinta de moro. Rap para un verso suelto. Vértigo.

Montaje dirigido con temple y garra por Montse Rodríguez Clusella, que crece a medida que avanza, ganando en intensidad hasta la brutal sacudida en que nos enfrenta a la perversión de la posverdad: de cómo una cosa es lo que sucede, y otra, lo que se cuenta después, lo que se interpreta que sucedió. De cómo una ingenua mentira piadosa sobre la edad o el aspecto puede desembocar en graves consecuencias legales, familiares, emocionales. 

Lluís Febrer, actor protagonista de A.K.A.

Certera la huida firme del victimismo, en la línea de algunas tramas que se están viendo actualmente en series de televisión protagonizadas por chavales, que exploran el tema del consentimiento sexual. El chico no trata de explicarse, ni siquiera en la escena del juicio. Nosotros ya hemos contemplado su verdad, que no es otra que la ingenua ilusión del enamoramiento. Para qué más argumentos. Contrasta la belleza escénica con que se cuentan los dos momentos de intimidad erótica (¡magia!), con el infausto desenlace que traerán.

Admirables la precisión del lenguaje coloquial que da en la diana del colectivo al que mira, la esforzada labor física-coreográfica, el inteligente uso del espacio y la luz. Y se agradece la ausencia de proyecciones audiovisuales, en especial en los chateos con el móvil; la sobreutilización de este recurso en escena cansa y no siempre aporta, y aquí se resuelve  estupendamente con la propia narración del personaje.

Equipo artístico de A.K.A.

Quizá por momentos resulta estridente la música, y algo dudoso el encaje de las rupturas-interacciones con el público, pero difícil no sumarse a la agradecida ovación final, legítimo reconocimiento al gran trabajo de todo el equipo.

La función se está representando estos días también en la Sala Villarroel de Barcelona, de la mano de Albert Salazar, actor que obtuvo el Max a mejor protagonista en 2019. El boca a boca y los múltiples premios que ha recibido la obra han impulsado un recorrido de tres años, incluyendo gira por España y Sudamérica. Más de 20.000 espectadores han sido ya testigos de las cuitas de este nuevo Caperucito embaucado por la loba, todo un logro en estos momentos para una modesta producción unipersonal de pequeño formato. 

A.K.A. (Also Known As)

Dramaturgia: Daniel J. Meyer
Dirección: Montse Rodríguez Clusella
Intérprete: Lluís Febrer
Lugar: Teatro del Barrio
Funciones:
4, 5, 6 de febrero a las 19 h.
7 de febrero a las 17 h.
Duración: 75 minutos
Edad recomendada: A partir de 13 años

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